Entra en puerto el vapor inglés ‘Margaret’, que procede a la descarga de una importante remesa de raíles, con destino al suspirado ferrocarril, al propio tiempo que el español Manuel Sanz desembarca, también procedentes de Inglaterra, cuatro coches de tercera y maquinaria.
Era tal la inquietud de los vigueses por encaramarse al «monstruo de hierro», que no vacilaban en darse un paseíto en la sola máquina, sin miedo a humos no carbonillas. Y, si no, dígalo esta gacetilla de aquel mismo día: «Según nos informan, hay el pensamiento entre algunas personalidades de respetabilidad de pedir permiso al ingeniero de la línea férrea, para salir con la locomotora a recorrer los primeros kilómetros de la vía hacia Redondela, cuyo viajecillo, si se realiza, será el lunes o martes de la semana próxima.»
Y así surge, señores, una tremenda incógnita: no hemos podido averiguar si aquellas entusiastas «personas de respetabilidad» pudieron o no disfrutar de un raudo viaje a Chapela, con el corazón palpitante y la mano en la chistera.
Pero, aunque el proyecto se hubiese frustrado, Vigo proseguía su ritmo. La próxima expansión férrea hacía dilatar su recia musculatura. Se piensa entonces en ensanchar el paso de la Praza da Constitución a la calle de Sombrereros. Es preciso para ello demoler parte de una casa asoportalada que hacía esquina, propiedad de don Salvador de la Fuente Pita. Faro de Vigo de este mismo día recoge el rumor de que el Ayuntamiento y el propietario han llegado a un acuerdo. En efecto, pocos días después se inician las obras de demolición de la esquina afectada, en tanto, en la Praza da Pedra, la piqueta echa a tierra cuatro edificios que constreñían su ámbito. Cuarenta picapedreros repetían a diario una monótona sonata de hierro y granito, remozando el pavimento de la Praza da Constitución.
Aquel furor progresista tenía, no obstante, su riesgo: el de una ciega iconoclasia por todo lo vetusto y antañón, que en algunas ciudades- por ejemplo, Pontevedra- causó males irreparables. Aquí, en Vigo, no creemos que hayan sido de mayor entidad. Únicamente registremos que en este mismo día el ayuntamiento acuerda demoler el llamado ‘Castillo de la Pulguiña’, en las inmediaciones de la que entonces era Puerta del Placer, para dar paso a la edificación de una tablajería. Lo que dirían los ediles: «No sólo de piedras vive el hombre…».
5 de marzo de 1875. Xosé María Álvarez Blázquez. ‘La Ciudad y los Días. Calendario Histórico de Vigo’ (Ediciones Monterrey, 1960).