Aunque el ciudadano no lo perciba en toda su extensión, en los núcleos de población existen servicios e infraestructuras más o menos complejas que, en mayor o menor medida, se encargan de retirar los residuos y, en algunos casos, de darles una reutilización, de eliminarlos definitivamente, o, siquiera, de neutralizar sus efectos. Pero todo este complejo entramado de tratamiento de residuos requiere de la participación ciudadana, de que exista una selección previa, y de que se utilicen los canales adecuados para depositarlos. La fotografía da buena cuenta de una mala praxis: junto a un árbol se han tirado los despojos de alguna bacanal. Se pueden observar papeles de confeti, una liga que aporta tejido y goma, colillas de cigarro que aportan unos filtros muy difíciles de reciclar, y un preservativo que, al margen de ñoñerías, además de la contaminación orgánica que genera su material también presenta un peligro por las posibles infecciones, y provoca una imagen penosa de una sociedad que todavía no está sensibilizada con el reciclado, porque la culpa de todo esto, realmente, la tiene la ciudadanía.