En él viaja una tripulación no demasiado numerosa y cuyo trabajo consiste en llenar las bodegas con pescado para el consumo. Durante el tiempo que el barco esté realizando el trabajo —durante la marea—, los componentes de la tripulación tendrán que vivir en un espacio limitado a las dimensiones del barco, con unos camarotes que pueden ser cómodos, pero que no tienen comparación con las comodidades de los dormitorios convencionales de una vivienda, todo ello para una larga estancia en el mar. Al mismo tiempo, el mal tiempo dificultará sus labores en muchas ocasiones y pondrá en peligro sus vidas. Finalmente, cuando el barco llegue de regreso al puerto y descargue sus capturas, el precio de esos productos nunca compensará totalmente la dureza de un trabajo que suelen olvidar la mayoría de los consumidores, que opinan que el pescado está caro.