El origen de la fiesta de Halloween es anglosajón y fue arraigándose rápidamente, aunque en honor a la verdad es preciso decir que ya existían otras fiestas gallegas dedicadas al fin del verano y a espantar los malos espíritus, unas fiestas paganas que nunca llegaron a perderse totalmente. Y también es preciso comentar que la actividad de vaciar una calabaza y hacerle unos orificios simbolizando los ojos y la boca para poner después una vela encendida en su interior tampoco es nada nuevo.
Esa calabaza trata de imitar una calavera, y en las poblaciones del interior de Galicia se realizaba por esas fechas junto con unas pequeñas hogueras llamadas “cacharelas”. Todo ello constituía —-y constituye—- una gran diversión para los más pequeños y que ayuda a desmitificar —-o por lo menos a perderle el miedo—- a algo tan trágico como es la muerte. Y tampoco conviene olvidar la influencia que han tenido los medios de comunicación en el avance de la popularidad de Halloween, una fiesta de origen extranjero que ya se celebra en todos los colegios de la ciudad de Vigo y del resto de Galicia e incluso de España, y que compite con nuestras fiestas gallegas más ancestrales.
Pero al ritmo que van las cosas no sería de extrañar que los disfraces de brujas, esqueletos y muertos vivientes fueran dejando paso a algo tan moderno como las últimas tendencias tecnológicas, y quizá algún día las clásicas “cacharelas” vayan dejando paso a las iluminaciones con lámparas led. Son cosas del progreso.