Ahí tenemos a ese perro disfrutando del baño en la dársena del Club Náutico, de Vigo. Pero no se cayó accidentalmente al agua. Bajó por las escaleras que se observan a la derecha de la fotografía y se tiró al agua sin dudarlo, a nadar. Mientras tanto, su dueña permanecía vigilante para que no se alejara o por si surgía algún peligro. De vez en cuando lo llamaba para que subiera. Entonces, el perro volvía nadando y subía algunos peldaños, pero su expresión de súplica doblegaba a su dueña y esta le permitía otro baño más, y se alejaba contento. Así, varias veces, hasta que finalmente, a la llamada, se decidió a subir todo el tramo de las escaleras, se agitó con energía para eliminar el agua, y volvió al lado de su dueña para regresar a casa, fresco y contento.