«Arriban al muelle pontevedrés de la Moureira los vapores vigueses Moor y Vigo, que conducen a la capital de la provincia una alegre excursión de nuestra ciudad, en cortés correspondencia a la que, desde Pontevedra, había venido a Vigo el 28 de Marzo. En aquella ocasión, los pontevedreses nos trajeron su Orfeón, la Orquesta Dorado, el violinista Román Pintos y los niños prodigio hermanos Benavente, los cuales también tocaban algo, aunque no sabemos qué. La acogida que Vigo les tributó fue apoteósica. En el teatro de Don Norberto Velázquez hubo necesidad de sortear las entradas, pues la gente se apiñaba para admirar a los virtuosos pontevedreses. Que Pontevedra siempre fue cuna de voces exquisitas. Los ingresos de la función eran destinados a los gastos de la proyectada Exposición Regional de Pontevedra, que Vigo sintió desde el primer instante como cosa propia.
Y allá se fue, pues, el “todo Vigo” de las crónicas este 25 de Abril, primaveral y eufórico, a devolver la visita, los dós de pecho, los bemoles y los sostenidos. Los aficionados de la localidad, pusieron en escena el drama de Camprodón “flor de un día”; los señores Piñeiro y Rodríguez “dijeron con brío” una fantasía para piano y violín; y ,como también aquí teníamos niños prodigio, “interpretó una bella página del “Trovador” el infantil violinista Ulibarry”. La banda de Vigo, en fin, tocó “El Carnaval de Venecia” y el Orfeón pontevedrés reforzó la función con “dos piezas magistrales y algunas preciosas seguidillas alusivas a Vigo”. (Ya advertirán ustedes que, desde Camprodón a las seguidillas, aquellos ansiosos no se privaron de nada).
Parece ser que así quedaron saldadas-entre “pizzicatos” y otros pellizcos – algunas cuentecillas pasionales entre ambas ciudades. Nuestro gran Luis Taboada, que también estuvo allí, dejó leal constancia de ello:”Bien obraban el pueblo y las autoridades de Pontevedra al revestir de excepcional importancia esta visita, puesto que ella venía a ser como un abrazo de conciliación entra dos pueblos de una misma familia indispuestos anteriormente…”
¡Ah!, hubo también versos, no diremos si buenos o malos, pues lo que importaba era la intención. El que desee ampliar detalles, lea las páginas saudosas de mi llorado maestro Prudencio Landín, de quién esta nota, como otras muchas cosas entrañables, es deudora”.(De mi viejo carnet, II.72-94)».
25 de abril de 1880. Xosé María Álvarez Blázquez. «La Ciudad y los Días. Calendario Histórico de Vigo» (Ediciones Monterrey, 1960).