Cuando llegaron, un soldado recibió la orden de leer el bando de guerra y un hombre se lo arrebató antes de que terminara su lectura. Lo ejecutaron inmediatamente y las personas congregadas se abalanzaron sobre los soldados, que empezaron a disparar. Se intercambiaron disparos produciéndose heridos y bajas en ambos bandos, hasta que los militares sublevados se retiraron a su cuartel, en la actual Rúa do Príncipe.
La farmacia que está en el bajo de este edificio conserva señales de los disparos de aquel mes de julio de 1936. Concretamente, en el artesonado que delimita la entrada a la rebotica. Una de las dos grandes figuras talladas en madera que forman el arco de entrada conserva bajo uno de sus brazos el orificio por el que entró una de las balas, que aún está en su interior. Precisamente, otro edificio que está enfrente, entre la Rúa Carlos Oroza, la Porta do Sol y la Rúa Policarpo Sanz, tiene muy visibles las marcas de los impactos de las balas en su fachada de piedra, en el frente de la Rúa Policarpo Sanz.
Otra de las historias del edificio que nos ocupa es el taller de alta costura: El Louvre, que tuvo muchísima fama durante muchas décadas. El establecimiento ocupaba la primera planta y disponía de salas de costura, con numerosas diseñadoras y costureras, y una sala de pase de modelos. Algunas chicas viguesas de la época ejercían de modelos y se hacían pases de las creaciones para las clientas más distinguidas y adineradas de toda Galicia y de Portugal. Sus diseños en telas, en sedas y en piel, eran de lo más valorado por su buen gusto, por la calidad de las materias primas empleadas, y por el buen hacer de su manufactura. Pero la confección fabril dio al traste con este negocio del que ahora sólo quedan algunos letreros en su fachada.
En el ático existía la consulta de un conocido oculista que estuvo ejerciendo su actividad profesional hasta hace unas décadas. Y cuando El Louvre y el oculista cerraron sus negocios, el edificio perdió su vida, pero continuó manteniendo su elegante porte hasta nuestros días, como testigo singular y silencioso de muchas historias de la ciudad de Vigo.