En este país se fumaba dentro de las cafeterías y restaurantes, en los comercios y grandes almacenes, en los lugares de trabajo, incluidos los departamentos más insospechados como las consultas médicas o los laboratorios, e incluso se fumaba en las sacristías de algunas iglesias. En este país, como decimos, fumaba todo el mundo de cualquier edad, condición y creencia, ya fuera de un modo activo o de un modo pasivo. Todo era humo, nicotina, alquitrán, y sabe Dios qué más productos derivados de la combustión del papel y del propio tabaco, que ya se sabe que no sólo son perjudiciales para la salud el alquitrán y la nicotina. Y la costumbre estaba tan arraigada, que cuando se puso en marcha la prohibición de fumar en locales públicos hubo cierto rechazo e insumisión. Pero la razón pudo más que la prohibición y hoy, salvo casos excepcionales —-que se arriesgan a una fuerte multa—- todo el mundo respeta la norma. Algo que, ciertamente, ayuda a disminuir el consumo de tabaco, aunque algunas personas todavía continúen con el vicio y ahora se vean obligadas a fumar en lugares abiertos, como las terrazas de los bares.
Hoy, aquello de pedir fuego como necesidad o como disculpa para entablar un conocimiento y una relación social se va perdiendo. Por eso, en algunos establecimientos ya tienen un mechero a disposición de los clientes que lo necesiten, como es el caso que se observa en la fotografía, tomada en un lugar, por cierto, muy recomendable por la variedad y la calidad de sus tortillas, además de la amabilidad del servicio y de un precio muy asequible. Se trata del bar “El Brillante”, ubicado en el último tramo de la calle Barcelona, de Vigo. Allí han puesto el mechero en una bolsa transparente a disposición de los clientes. Y vigilado, eso sí, por un búho que, como puede comprobarse, no le quita el ojo a nadie que se acerque. “El Brillante”, un lugar pequeño, pero muy recomendable para tomar una cerveza y unos buenos pinchos.