A la magnífica fortaleza que corona el monte de O Castro le salió a mediados del siglo XX un apósito en piedra y hormigón armado. Sus promotores lo llamaron “El Castillo”. Aquel adefesio con almenas de pacotilla se convirtió durante décadas en uno de los templos vigueses del buen gusto. Allí la gente celebraba bodas, daba banquetes o llevaba a cenar a los de fuera, para deslumbrarlos con las vistas sobre la ría de Vigo.
Lo malo es que aquello era un crimen contra un monumento histórico del siglo XVII. Y, al mismo tiempo, era también una formidable horterada, aunque durante demasiado tiempo nadie pareció darse cuenta. Una década después de su derribo, culminado entre 2013 y 2014, las viejas fotos de “El Castillo” nos demuestran que era tan kafkiano como su propio nombre.
El Castillo, en un catálogo
Encontramos un catálogo del restaurante que se conserva en la Biblioteca de Galicia, declarado en “dominio público”. Se trata de un conjunto de cinco imágenes, cuatro de ellas del interior del establecimiento, junto con unos menús para banquetes. Por tanto, es un lujoso folleto promocional datado en 1976. Llama la atención el mobiliario de la cafetería, con mesas y sillas en plástico y “escay” que parecen sacadas del Hotel Orbital Hilton soñado por Stanley Kubrick en la película “2001: una odisea del espacio”. La barra, con sus taburetes a juego y el borde acolchado, no desmerece el estilo del conjunto.
Otra de las fotos nos muestra un comedor con sillas de corte castellano. En ella parece que se acaben de casar Juana La Loca y Felipe el Hermoso. Salvo por las cortinas y los visillos, también podría parecer un decorado para una fiesta de la Casa Stark en Juego de Tronos. Los candelabros, la cristalería de color ‘beige’, la mantelería y la moqueta coronan un espacio iluminado por una fabulosa lámpara de araña. Es de suponer que semejante estampa se vendía en su momento como el paradigma del buen gusto.
Terciopelo azul en El Castillo
Pero quizá lo mejor está por venir en el bar de estilo “pub inglés” donde el papel pintado de color verde con floripondios también se traslada al tapizado de las propias sillas. La barra con borde de terciopelo azul hace juego con la caja registradora. Y al fondo, hay un espacio más “chill out” con unos sillones de cuero brillante.
Para culminar, el catálogo del restaurante El Castillo nos muestra su gran salón con vistas a la ría. En el centro hay un escenario con suelo de parqué, mientras las mesas se distribuyen abigarradas sobre una alfombra de flores que no parece apta para alérgicos a los ácaros.
Menús para bodas y banquetes
El folleto incluye también los menús para bodas y banquetes. Comienzan con un apartado llamado “Frituras”, que incluía calamares, croquetas, empanadillas y tortilla. Hoy estos términos también están desterrados de las cartas finas. Las bebidas incluyen “Cubalibre” y otras “Combinaciones”. Y el banquete consistía en una “Mariscada Rías Baixas” con centolla, langostinos y cigalas, seguida de vieira a la gallega, merluza a la romana y ternera mechada primaveral. La tarta nupcial cerraba el ágape. Regado con vinos “blanco ribeiro y tinto rioja”, seguidos del tradicional “champán”. No pocos vigueses recordarán haber ido a una boda con este mismo menú en este exacto escenario.
El catálogo publicitario incluye una imagen del restaurante de noche, iluminado sobre la muralla de la antigua fortaleza. El baluarte del Diamante se destruyó parcialmente para construir este adefesio que, sin embargo, fue muy celebrado en su día, en una ciudad que, por lo visto, tenía poca conciencia de su patrimonio histórico.
Así era el restaurante “El Castillo”, una mole de cemento que se adosó a una fortaleza del siglo XVII. Un monumento al feísmo que era horrible por fuera y absolutamente kitsch por dentro…