Algunos de los edificios históricos de la ciudad han tenido suerte y han sido restaurados respetando el proyecto inicial, y otros, la gran mayoría, han sido derribados o transformados dejando tan solo algún pequeño resquicio de lo que antes fueron.
En el caso de los que fueron derribados cabe destacar el edificio de la céntrica sala de espectáculos El Odeón o el emblemático teatro-circo Támberlick. Por la contra, uno de los proyectos de segundo grupo que se está llevando a cabo hoy en día es el de la reforma de La Metalúrgica, donde tan solo se ha respetado la fachada a modo de frontal del bloque de pisos que se está levantando por encima de su altura inicial.
Sin embargo, hay otro edificio histórico en pleno centro de la ciudad que ha sido modificado varias veces en el tiempo para darle un aspecto mucho más moderno que el que tenía antes y cuyo techado parece eclipsar las miradas de todos los viandantes, el antiguo edificio del Círculo Mercantil.
El Mercantil es una institución cuyo abolengo tiene un largo recorrido. A raíz del exitoso desarrollo comercial de la ciudad durante la última década del siglo XIX y durante las primeras décadas del siglo XX, un grupo destacado de empresarios locales formaron en 1891 una asociación dedicada al fomento de la industria y del comercio.
Era una época en la que se empezaban a popularizar la fundación de grupos civiles con intereses comunes, grupos en su mayoría promovidos para perpetuar el elitismo endogámico de la alta sociedad de la época en busca de nuevas formas de recreo. Por la contra, el Mercantil era un círculo enfocado en la promoción de los intereses económicos de la comarca viguesa que fue diseñado a modo de grupo de presión para defender a la localidad ante determinadas políticas lesivas para la región.
La prensa de la época rezaba así: “Desde hoy empieza la nueva vida del Círculo Mercantil e Industrial de nuestra ciudad (…) encauzada su orientación sobre bases profesionales, técnicas y de enseñanza, debemos esperar que este esfuerzo, realizado a fuerza de voluntad y de perseverancia, constituya un ejemplar estímulo para la actividad viguesa – hasta ahora ejercida con elemental individualismo – para modificar el ambiente de la colectividad y lograr, en un exponente único, todo lo que Vigo debe tener y todo lo que ha de lograr, sin esperas e impaciencias, por las concesiones de los Gobiernos”.
Entre algunos de los más destacados directivos de la organización estaban afamados apellidos de la talla de José de la Gándara, importante conservero propietario de la fábrica de Guixar Gándara y Haz, Thomás Mirambell, de la Cordelería Ibérica sita en Toralla, o Francisco Molíns Pascual, de la familia conservera de los Molíns.
La buena marcha de la organización hizo que muchas empresas acabaran adhiriéndose a la entidad, suscripciones con las que permitieron costearse un lujoso edificio en una de las nuevas calles de la urbe, justo enfrente de la casa del poderoso consignatario Estanislao Núñez. La ciudad marchaba bien y buena parte de los responsables militaban en el Círculo Mercantil. La importancia de la entidad no pasaba desapercibida en ningún rincón de España.
Tanto fue así que con motivo de la visita real de Alfonso XIII y su consorte a la ciudad, en septiembre de 1927, estos fueron los que inauguraron prematuramente y en persona la nueva sede de la organización, acto amenizado por la banda de música de La Artística –la inauguración oficial data de octubre de ese mismo año –.
La inauguración se produjo después de que Alfonso XIII presentara al pueblo la nueva estatua que iba a presidir el principio, o el final, de la carretera a Redondela, la efigie de García Barbón, la misma que hoy se encuentra en la rotonda del inicio, o conclusión, de dicha calle. Además de inaugurar el edificio del Círculo Mercantil, el Ayuntamiento, presidido por el conservero Mauro Alonso Cuenca, decidió celebrar un banquete con los monarcas en el salón del estrenado inmueble al que acudieron lo más destacado de la ciudad. La visita del monarca continuó en el Castillo del antiguo conde de Gondomar, por aquella época residencia estival de la familia Elduayen, y con la visita a la fábrica de conservas de Antonio Alonso entre otros puntos.
La visita real, así como había pasado otras muchas veces, continuó con su pequeña gira por el resto de las poblaciones vecinas. Lo cierto es que la venida al municipio de los monarcas enfatizaba la creciente opulencia, tanto material como de influencia, que llegaron a manejar los empresarios de la zona, esos a los que se referiría por primera vez cierto poeta gallego de prestigio al referirse a ellos como “sardinocracia”. Alfonso XIII continuó su viaje habiendo dejado los ánimos y el orgullo de buena parte de la población viguesa por todo lo alto.