Con el título «Colegios, cátedras y escuelas», Miriam Varela Iglesias recoge las primeras instituciones educativas que se crearon en la ciudad, fundamentalmente en el periodo entre 1803 y 1929, y ya forma parte de la colección del Instituto de Estudios Vigueses. El trabajo de la profesora, doctora por Historia y que imparte clases en la Universidad San Pablo CEU de Vigo, recopila cuáles fueron los centros que se abrieron hace dos siglos pero también sitúa el contexto en los que se produjeron esas aperturas, las circunstancias económicas de entonces y la situación que tenían que afrontar los niños de aquellos primeros años del siglo XIX, en los que apenas había una escuela para doscientos estudiantes y otras cuatro abiertas por maestros particulares en zonas pobres para otros tantos grupos de entre diez y veinte alumnos.
Esa primera gran escuela, abierta por el benefactor Genaro Garza y Quiroga para que los niños aprendiesen a leer y escribir y superasen el analfabetismo que existía en Galicia, era una vieja casa en La Piedra cercana al mar y se tiene constancia de su existencia hasta, al menos, 1850. El dinero que dejó este emigrante no solo se utilizó para este centro sino que también permitió la apertura de la Cátedra de Filosofía y Gramática del convento de San Francisco y un hospital para pobres.
Por aquel entonces, la segunda enseñanza pública no existía en Vigo y los que podían acceder a estos estudios tenían que acudir a Tuy o Pontevedra, donde ya había institutos. Tan solo existían en Vigo el Estudio de Gramática del Convento de San Francisco (en la imagen, el edificio grande) y otros dos centros, todos ellos de carácter privado. Hubo un intento con el Colegio de Humanidades que apenas duró tres años, entre 1838 y 1841 y no fue hasta pasada la mitad del siglo cuando se produjo el auge de centros educativos.
«Hablo de una villa con escasa vitalidad escolar en los inicios del s. XIX, que se va a desperezar notablemente a lo largo de sus tres últimas décadas», subraya la autora, que recuerda que Vigo comenzaba el siglo con escasa actividad comercial tras superar las batallas con los piratas berberiscos, turcos e ingleses y la importante epidemia de peste que había dejado diezmada a la población.
Las libertades de navegación y de comercio dictadas por Carlos III y Carlos IV a finales del siglo XVIII, la actuación fructífera de la flota corsario de Vigo en la guerra con Inglaterra y la repercusión que tuvo la llegada de los catalanes a Vigo fueron, como relata Varela Iglesias, los hechos notables que marcaron definitivamente la transformación de la ciudad a través de su puerto, de la construcción naval y de la industria conservera.
Con ello llegó el crecimiento de la ciudad más allá de la muralla y también en consecuencia de la población, dividida entre la clase burguesa y la trabajadora donde esta última comenzaba a obtener derechos laborales y mejores condiciones de vida. En este marco, en 1850 Vigo contaba ya con dos grandes escuelas financiadas por el Ayuntamiento en el Centro y Arenal. Sufrieron continuos cierres y cambios de local ya que no eran apropiados y tenían humedades, carecían de suelos… Con la llegada de Bárcena a la Alcaldía, en 1879, se destinó un importante presupuesto para crear nuevas instalaciones de estas dos escuelas que firmó Justino Flórez Llamas, el arquitecto municipal. El del Centro se ubicó en la calle Chao (en la imagen).
El primer instituto de la villa, tras el fracaso del Colegio de Humanidades, surgió gracias a Policarpo Sanz, que en 1847 dejó buena parte de su herencia para la construcción y equipamiento del instituto que lleva el nombre de su mujer, Irene Ceballos.
Durante apenas un año, en 1873, estuvo situado en A Laxe y en 1947 se fundó definitivamente en su sede definitiva, ante la Praza de América.
La Escuela de Artes y Oficios se fundó poco después, en 1884, y primero estuvo en la calle Circo (hoy Eduardo Iglesias) y luego se trasladó al nuevo edificio donado por otro filántropo, García Barbón, y que hoy es sede de la Universidad Popular.
Los catalanes enriquecidos por la industria pesquera, paralelamente, demandaban una mayor calidad educativa para sus hijos por lo que también fue surgiendo por entonces una importante red de colegios privados en la ciudad que han tenido mucha tradición y muchos de los cuales siguen activos hoy en día como La Enseñanza (1886) (bajo estas líneas) o la Escuela de Colegio Minerva (1872) (segunda imagen)
«Para obtener lo mejor del nuevo proceso industrial, había que dar formación a los obreros, perfeccionar sus oficios y compensar las carencias instructivas de muchos de los alumnos. Con este fin nacieron las llamadas Escuelas de Artes, para instruir a una población laboral que hiciera posible el desarrollo económico y cultural de la ciudad», relata la autora de «Colegios, cátedras y escuelas», que también recuerda que la Escuela de Comercio surgió precisamente para instruir en el oficio a las clases populares del mismo modo que el Centro de Instrucción Mercantil (1891) (bajo estas líneas), que desde sus inicios tuvo como objetivo la formación profesional y la colocación laboral. En sus aulas se impartía inglés, francés, partida doble, cálculo mercantil, dibujo geométrico industrial, artimética o taquigrafía, entre otros. Formaba parte de la ya entonces sociedad del Círculo Mercantil, que todavía existe en el mismo lugar.