La regencia de la reina Isabel causó importantes distensiones entre los partidarios del general Espartero y María Cristina, la madre de Isabel. Una vez María Cristina se hizo con el cargo, los esparteristas – también conocidos como ayachucos – decidieron poner el grito en el cielo y levantarse en contra de lo que consideraban el yugo monárquico.
La primera ciudad que se levantó fue Madrid, en septiembre de ese mismo año, contando con el apoyo oficial del Ayuntamiento. Lo que nadie se esperaba era que la ciudad de Vigo secundase el movimiento insurreccionista de manera súbita y espontánea sin el respaldo de ninguna otra localidad gallega.
La Milicia Nacional viguesa tomó rápidamente la plaza de la ciudad y obligó al resto de autoridades que no se adhirieron al pronunciamiento a abandonar la localidad. El capitán general de Galicia, Laureano Sanz, el cual residía en la ciudad de Santiago, envió al comandante general de la provincia, el brigadier Medilla, para tratar de sofocar el pronunciamiento asentándose con un pequeño destacamento militar en la zona del Arenal, fuera del alcance de las murallas. Los milicianos vigueses, habiéndose hecho con el control total de los baluartes y los fuertes de la villa, repelieron los ataques del brigadier, quien se vio obligado a retirarse a Portugal con el resto de sus hombres.
La ciudad pasó a formar una Junta Revolucionaria, conocida como la Junta Revolucionaria de Vigo, la cual nombró al brigadier Martín José Iriarte nuevo capitán general de Galicia y a Ramos Matador como comandante general de la provincia. Sin embargo, este último nombramiento no fue reconocido por el jefe político interino de Pontevedra; Iriarte, al ser consciente de que los de Pontevedra no acatarían las directrices procedentes de Vigo, decidió dar la orden de trasladar las oficinas militares que residían en la villa pontevedresa.
Se dirigió Ramos Matador a Pontevedra para hacer efectiva la orden del nuevo capitán general, quienes temerosos de que después de trasladar las oficinas militares siguiera la capitalidad de la provincia a Vigo, decidieron convocar al resto de la Milicia Nacional de la provincia para defenderse del destacamento enviado por el propio Iriarte. Matador, superado en número, consiguió resguardarse en el cuartel de Santo Domingo, desde donde aprovechó para solicitar refuerzos a la milicia viguesa.
Acudiendo a la llamada de auxilio del comandante general de la provincia, llegó desde Vigo un importante destacamento para doblegar a los milicianos pontevedreses. Los refuerzos se reunieron en su camino hacia Pontevedra con varios destacamentos sublevados, como la compañía de granaderos de la villa de Redondela. El modesto regimiento se posicionó en la ermita de la Virgen del Camino, en la entrada de la capital provincial. Colocaron dos piezas de artillería a la vanguardia de la formación y, tras rectificar el tiro, hicieron fuego en torno a la torre de la Peregrina.
Una vez despejado el terreno pasaron a tomar las casas en las que se guardaban los insurrectos, lo que se llevó a cabo sin ningún sobresalto. El comandante general dispuso entrar por la puerta de la Peregrina en formación hacia el cuartel de Santo Domingo para negociar los términos de la capitulación.
El día 8 de octubre llegó a la ciudad ocupada por los vigueses el ayudante del capitán general de Galicia con un oficio en el que ordenaba regresar con las tropas a Vigo, los cuales llegaron el día 9 de Octubre de 1840 entre vítores y aplausos de los vecinos. La propia regente María Cristina, ante el alboroto que había causado la pugna por la capitalidad de la provincia entre ambos municipios, dispuso que Pontevedra continuase ostentando el título que se le concedió al término del Trienio Liberal en 1822, cuyos recelos y añoranzas produjeron en Vigo la toma de la ciudad vecina por el uso de la fuerza.