España no queda al margen de esas fiestas mundanas que en la actualidad parecen totalmente asentadas en el calendario de todos los años. Pero no siempre ha sido así. Hubo una época en la que estaba prohibido disfrazarse o, por lo menos, taparse la cara impidiendo la identificación de las personas. A pesar de esas dificultades impuestas por el régimen político español de aquella época que ocupó el segundo tercio del siglo veinte, las tradiciones se conservaron en muchos pueblos y ahora constituyen una sana diversión para los nativos y un reclamo turístico para los foráneos. La fotografía da buena de esta masiva diversión popular, y en ella observamos un hombre disfrazado de diablo que espera el autobús para regresar a su casa al término de las celebraciones, sin ningún tipo de complejo, porque bueno es el diablo para amilanarse ante la opinión ajena.