Una sequía que ya afectaba a muchas fuentes y pozos, que quedaron completamente secos. Los cauces de los ríos habían disminuido por debajo de niveles que no se recordaban, y muchos pantanos, casi secos, dejaron al descubierto poblaciones que sólo habían conocido los más viejos de aquellos lugares. Cuando construyeron los pantanos, los lugareños sufrieron la dura experiencia de ver cómo las aguas anegaban los recuerdos de varias generaciones. En la población gallega de Portomarín, al pasear en barca o en patinete, los tejados del antiguo pueblo se podían ver a través de las aguas transparentes. Excepto la iglesia, que reconstruyeron en el centro del nuevo pueblo, en lo alto, después de numerar todas sus piedras. Pero con la reciente sequía el nivel del embalse se situó bajo mínimos y volvieron a quedar al descubierto las casas, el antiguo puente, los viejos caminos…, convirtiéndose todo el conjunto en un recurso turístico. Por este motivo llegaron a colocar paneles indicadores para señalizar e informar a los visitantes de los lugares más significativos de aquel antiguo pueblo de Portomarín que quedó bajo las aguas. Pero el invierno ha vuelto con sus aguas y con sus humedades, cerrando un ciclo natural, y dan buena cuenta de ello los musgos que crecen sobre las piedras y los muros, como se observa en esta fotografía.