Hubo una época en la que Vigo y Buenos Aires parecían dos áreas de una misma ciudad. Porque los trasatlánticos conectaban una orilla y otra del Atlántico con una frecuencia inaudita. Cada mes cientos de emigrantes embarcaban en los muelles vigueses y desembarcaban en el Río de la Plata, en una conexión que se perpetuó durante décadas. Hace un siglo, la relación entre las dos ciudades era enorme, al punto de que los diarios gallegos informaban de la actualidad argentina como si fuera local, con noticias sobre el Centro Gallego de Buenos Aires o la siempre activa Asociación de Residentes de Vigo y Lavadores. Quizá por esta razón, cuando un presidente de aquel país visitó la ciudad en 1922, se desató aquí un entusiasmo popular inmenso. Así sucedió en la escala del presidente Marcelo Alvear, el 20 de agosto de aquel año.
Alvear regresaba a Argentina para tomar posesión de su cargo, pues residía hasta entonces en París como embajador. A bordo del buque ‘Massilia’ inició su periplo de regreso, sin contar con la que se le armó en Vigo cuando hizo una breve escala de cuatro horas en la iiudad.
“Alvear, rendido a la oleada de entusiasmo que su presencia en Vigo ha levantado”, aseguraba el diario ‘Galicia’, quien destacó que el presidente comprendía “la morriña de los gallegos emigrados, porque las bellezas de nuestra tierra prenden en el alma de todos y marcan huella inextinguible”.
La expectación ante el desembarco era enorme. Los balcones del centro se engalanaron con banderas argentinas y muchos vigueses llevaban una escarapela albiceleste en la solapa. Se colapsaron las avenidas del centro de la ciudad. Y multitud de barcos pesqueros salieron a la boca norte de las islas Cíes para hacer sonar sus bocinas, luciendo en el mástil la bandera de Argentina, para acompañar al trasatlántico ‘Massilia’ hasta que fondeó frente a la ciudad.
Desde la Casa de Viajeros, zarpó en la lancha ‘Lola’ el alcalde, Ricardo Senra, con algunos concejales y el embajador de la República Argentina, llegado en tren desde Madrid, junto a representantes locales del cuerpo consular, que recogieron al presidente Alvear para trasladarlo a los muelles. “Estos instantes fueron realmente triunfales”, dice la crónica del diario ‘Galicia’: “En su corto paseo por la bahía, escuchó delirantes ovaciones de las gentes que ocupaban los vapores”.
Desde la terminal de pasajeros, se trasladó al presidente hasta la casa consistorial, desde cuyo balcón saludó a la multitud enardecida, que agitaba banderas albicelestes. El presidente declaró: “Cuando mi alma se conmovía y emocionaba por el cordial recibimiento que en Vigo me habéis hecho, pensaba en los gallegos que están en mi patria abriendo surcos y sembrando la semilla generadora de la prosperidad argentina”. Ni que decir tiene que a la gente, muchos de ellos con familias enteras en la emigración sudamericana, le saltaban las lágrimas con estas palabras.
Tras la recepción, se trasladó al presidente Marcelo Alvear hasta el monte de A Guía, para que contemplase las vistas de la ría viguesa, que elogió como un auténtico “paraíso”. Seguidamente, se le trasladó de nuevo al centro de la ciudad, donde se le ofreció un ‘champagne de gala’ en la sociedad recreativa ‘La Tertulia’, al que asistieron “multitud de bellas mujeres de la aristocracia viguesa, que tributaron al homenajeado una gran ovación”, según describe el periódico del día siguiente.
En La Tertulia, se le hizo un hueco al alcalde de A Coruña, Maximiliano Asúnsulo, que leyó un breve discurso cantando los vínculos de Galicia con Sudamérica. La presencia del regidor coruñés fue una deferencia del alcalde vigués, Ricardo Senra, pues su colega estaba muy interesado en conocer al presidente argentino, por lo que se desplazó hasta la ciudad olívica.
Cuando Marcelo Alvear bajó a la calle del Príncipe, se encontró con la banda de música del Regimiento de Murcia, que era el que estaba acantonado en Vigo en esa época. Mientras la gente prorrumpía en un interminable aplauso, los músicos interpretaban el himno de Argentina, en un momento en el que, según el diario Galicia, el mandatario se mostró visiblemente emocionado. Hay que decir que, en su propio país no se le tributaban semejantes homenajes a los presidentes. Ni a él ni por lo común a ningún político en su propia patria, por lo que podemos entender su estupefacción.
Finalmente, tras la breve visita de cuatro horas, Marcelo Alvear volvió a los muelles y, ante la Casa de Viajeros, de nuevo miles de personas “allí congregadas repitieron las grandes ovaciones al Presidente, continuando éstas hasta que la lancha de vapor donde embarcó se alejó bastante del muelle en dirección al ‘Massilia’, que levó anclas apenas quince minutos después de embarcar el presidente argentino”.
Sucedió hace un siglo en Vigo cuando el presidente electo de la República Argentina hizo escala por unas horas en una ciudad que, a través de sus emigrantes, vivía unida de corazón al alma de Buenos Aires.
Otros artículos de Eduardo Rolland:
Vigo en 1830, en la pionera descripción de Sebastián Miñano
Aquella última nevada en Vigo de 1987
Azaña, enamorado de Vigo: “Es novísimo, rico y a todo lujo”
Vigo, en las imágenes aéreas del Vuelo Americano de 1946 y 1956
1946: Cabalgata de Reyes para niños ‘con carné de pobre’
250 años del nacimiento de Cachamuíña
Cuando tocó la Lotería de Navidad en la Casa de la Collona
La Navidad de la gripe del 18 en Vigo
La importancia de apellidarse Vigo
El río Oitavén, verdugo de un escándalo en TVE
Vigo, en la Lucha contra el Enemigo Mundial
50 años del Citroën GS, un éxito también vigués
Siete historias clave de la fortaleza del Castro
Los cinco buques de guerra «HMS Vigo»
“Si las mujeres saben coser, ¡bien pueden aprender a conducir!”
Cuando Nostradamus ‘profetizó’ la batalla de Rande
130 años de la calle Elduayen, la primera Travesía de Vigo
Pases pro bus: 40 años de una revolución en Vigo
La ‘Captura de Vigo’: la olvidada invasión británica
La Toma de Vigo vista desde Inglaterra
Verdades y mentiras del «Polycommander»