Hace medio siglo, Vigo ganaba el primer Gordo de Navidad de su historia. “¡Por fin! Vigo: Más de 450 millones”, titulaba a toda plana el diario El Pueblo Gallego del domingo 22 de diciembre de 1974, cuando el 12.176 dejaba cientos de millonarios en la ciudad. La fiesta fue completa y cargada de anécdotas, con un bar como protagonista, pero agraciados incluso entre la plantilla del propio Ayuntamiento.
El Pueblo Gallego publicaba en primera la foto de José Silva Guldrís, del bar Compostelano, que repartió los millones entre sus clientes: “Un Papá Noel para la historia de nuestra ciudad; sin barbas, ¡claro!”
Lo vendió la administración de loterías número 2, que regentaba en la calle Policarpo Sanz Doña Antonia de Haz, viuda de González. Por supuesto, los apellidos revelan que estamos hablando de la familia propietaria de Radio Vigo. “El número 12.176 era despreciado y difícil de vender”, manifestó la lotera tras dar el primer gordo de la historia de la ciudad. Los décimos estuvieron colgados en la ventanilla durante semanas y, finalmente, se los llevó un vendedor ambulante, José Moreno, que fue quien los colocó en el bar Compostelano.
En la parada de taxis situada enfrente, varios chóferes juraban que recordaban perfectamente aquel número en la pizarra sin que nadie le hiciese el menor caso. Doña Antonia estaba feliz aquel 21 de diciembre, porque además acababa de repartir otro primer premio en el mes de octubre. Así que reconocía que aquella “aureola de suerte” le daba “mucha publicidad” y atraía “mucha gente” a su administración.
El gordo del 74 fue bastante madrugador. A las 10 menos cinco de la mañana lo cantaron los niños de San Ildefonso y comenzó la celebración tanto en el bar Compostelano como en el Buraquiño, donde también cayó un pellizco, ambos en el camiño da Seara. Al saber que habían repartido más de 300 millones de pesetas, la fiesta desatada fue descomunal. “Baste decir que la barra estaba repleta de centollas, que fue entregando gratuitamente entre clientes habituales, afortunados y curiosos”, afirma El Pueblo Gallego. Dicen las crónicas que se regalaron más de trescientas centollas aquella mañana, mientras “agentes y cargos directivos de las entidades bancarias de nuestra ciudad” se pasaban por ambos bares para ofrecer los intereses más suculentos para los agraciados.
Además, el premio fue muy repartido, porque el bar lo vendió en participaciones, que dejaron una lluvia de millones sobre As Travesas. “Jubilados, gente de condición modesta, comerciantes y empleados de múltiples sectores son desde ayer nuevos millonarios”, celebraba el cronista, que señalaba que también en O Berbés hubo varios agraciados y la oficina de la Caja de Ahorros Municipal de Vigo no daba abasto para atender a los clientes que querían poner a buen recaudo sus boletos.
También les tocó un “piquito” a varios funcionarios del Concello de Vigo, que habían celebrado una comida para despedir a la secretaria del alcalde, Antonio Ramilo, y repartieron participaciones del gordo, que cobraron ordenanzas, alcaldes de barrio y el jefe municipal del gabinete técnico de Tráfico.
Fue entrevistada una empleada del Banco Hispano Americano, a la que le tocaron 750.000 pesetas, que dijo que destinaría a su inmediata boda. Las crónicas de 1974 rezuman machismo por los cuatro costados. El periodista escribe: “Conozco una pareja de novios a los uqe les ha tocado 750.000 pesetas a cada uno… Para que luego digan ellas que no disfrutan de los mismos derechos”. Y continúa el redactor en su crónica en El Pueblo Gallego: “Ella trabajaba en el Banco Hispano Americano. Dicen sus amigas que quería casarse como fuera. ¿Trabas? Las de siempre: la escasez del ‘poderoso caballero’. Pero Cupido se las sabe todas. Se disfrató de ‘Gordito de Navidad’ y hala: 750.000 pesetas para la nena. ¡Machiño! Ya no hay quien te salve…” Esta delirante crónica afortunadamente es impensable medio siglo más tarde.
Pero los cronistas abundaban en el sexismo más descarnado. En otra noticia de El Pueblo Gallego, critican al ‘ama de casa’ María Antonia de Requejo, que se presentó en el despacho de loterías “con el cabello revuelto y desapego total a la coquetería femenina”, muy nerviosa porque le parecía que su marido, que se encontraba de viaje, tenía un décimo premiado. “¡No me lo puedo creer! ¡Fíjate! Tengo las camas sin hacer. El cocido se me quema”, manifestó a los cronistas mientras su hijo Rafaelito, de tres años, trasteaba por la estafeta subiéndose a una mesa, ajeno a que su familia acababa de ganar una fortuna: 8 millones de pesetas.
La nota triste quedó para José Moreno, el vendedor ambulante de Lotería que había llevado los décimos al bar Compostelano. Nadie pudo localizarle aquella mañana de fiesta y centollos. Un allegado habló con los periodistas y explicó su desaparición, producto del disgusto: “¿Se puso enfermo de la emoción?, preguntamos a nuestro espontáneo interlocutor. No fue por emoción -nos dicen varias voces que se unen al primero- el pobre no llevaba ninguna participación del Gordo y, al enterarse de que había dado tantos millones y que no se había quedado con nada, se puso enfermo del disgusto y se fue para la cama”. Aquel día de felicidad infinita en Vigo nadie hubo más pobre que aquel pobre señor Moreno…