Un coloso surcaba los cielos de Vigo hace poco menos de un siglo. Porque el dirigible ‘Graf Zeppelin’ voló sobre la ría en varias ocasiones durante la década de los años 30 del siglo XX, dejando a la población asombrada. Incluso se conserva una imagen del fotógrafo Pacheco que recuerda la travesía de este gigantesco aerostato alemán, grande como tres aviones Boeing 747, en sus singladuras de la vuelta al mundo cargadas de pasajeros.
El 17 de abril de 1930 titula El Pueblo Gallego: “El Conde Zeppelin sobre Pontevedra”. En su crónica precisa: “En las primeras horas de la mañana de ayer voló sobre Pontevedra el dirigible alemán Conde de Zeppelin, en su viaje a Sevilla. Se dirigió a Marín y de allí a Bueu y Vigo. Algunas personas presenciaron su paso”.
Ese mismo año, en otra noticia encabezada como “La conquista del aire”, el diario titula “Paso sobre Vigo del Conde Zeppelin”. En el texto explica que a las 6.35 de la mañana, “el formidable ruido de unos motores despertó a gran parte del vecindario, que sorprendido en su mayor parte –muy pocos sabían el viaje del Conde Zeppelin- salían a ventanas y balones”.
Como el aerostato lleva una ruta de baja altura, los ciudadanos pudieron apreciar todos sus detalles, incluido el nombre rotulado en su costado. “Los viajeros saludaban al vecindario vigués con sus pañuelos y fueron muchas las personas que correspondieron a este saludo con otro análogo».
Siguiendo la ruta sur, se perdió de vista tras pasar por Cabo Silleiro, en camino hacia Sevilla donde iba a terminar su primera travesía de la vuelta al mundo.
De los vuelos del Graf Zeppelin sobre Galicia aparecen documentados al menos tres, tras la vuelta al mundo: 16 de abril de 1930, 27 de octubre de 1931 y 12 de abril de 1932. En una imagen del fotógrafo vigués Pacheco, se ve el dirigible volando sobre el hotel Moderno, en la Porta do Sol.
El Graf Zeppelin era la mayor aeronave de su tiempo, podía transportar 60 toneladas y aun hoy tiene el récord de mayor número de horas de vuelo de un aparato, con 600 viajes y más de 150 vuelos transoceánicos. Un año después de su botadura, en 1928, el orgullo del Tercer Reich comenzó a volar sobre Galicia, como lugar de paso en su ruta entre Alemania y Nueva York. El verano de 1929, los gallegos fueron testigos de su viaje de vuelta al mundo, la primera de la historia que completaba una aeronave. El viernes, 9 de agosto, el aerostato sobrevoló Vigo a baja altura, procedente de Lakehurst, en Nueva Jersey, rumbo a su base de Friedrichshafen, en Alemania. Luego, proseguiría hacia los Urales, Siberia y Tokio, para terminar de nuevo en los Estados Unidos.
“El Pueblo Gallego” publicó crónicas encendidas de la travesía: “Bautizado como un hotel aéreo, el Graf Zeppelin cuenta con un comedor que puede usarse como salón de baile. Cuatro grandes ventanales le proporcionan luz y vistas”. El comandante Eckener, considerado un héroe de su tiempo, transportaba “a 41 tripulantes, 20 pasajeros y 3 señoritas japonesas”, según la peculiar forma de contar del periodista de la época.
El 16 de abril de 1930, encontramos otra crónica, en la que el Zeppelin sorprende a los marineros de Bueu. “A las siete de la mañana pasó por esta villa, a escasa altura, el Conde de Zeppelin, causando el asombro del vecindario”, narra un diario. Poco después, aparece sobre Vigo, “volando a baja altura, por encima del monte del Castro”.
En un viaje de Berlín a Nueva York, el cronista de “El Pueblo Gallego” da detalles de la vida a bordo: “Lleva una bodega bien surtida, cuyos restos, si quedan, serán arrojados al mar antes de entrar en el país de la Ley Seca”. También señala que estaba prohibido fumar, una medida lógica teniendo en cuenta que era una gran bola de hidrógeno, altamente inflamable. El incendio del “Hindenburg”, en 1937, certificaría los riesgos.
Hubo incluso un proyecto para crear una línea regular de dirigibles con una de sus escalas en Galicia, que permitiese transportar el abundante correo postal con la emigración americana. En los años 20, el ingeniero Leonardo Torres Quevedo diseñó el “Hispania”, en un proyecto entusiasmó al Gobierno, que construyó una terminal de aerostatos en Sevilla, para una línea con Buenos Aires, e ideó otra en Vigo que enlazaría con Nueva York. En ambos casos, se pretendía transportar correo postal, muy intenso en pleno auge de la emigración.
En “El Pueblo Gallego” entrevistan en 1930, al Jefe Superior de Aeronáutica del Gobierno, Alfredo Kindelán, quien confía en el futuro servicio, “que podrá transportar tres toneladas de correspondencia en cada viaje”. Y todo, en poco más de tres días de ruta, frente al mes que invertían los trasatlánticos.
Pero los proyectos no fructificaron y Vigo se tuvo que conformar, hasta el retiro del aparato en 1937, con ver al “Graf Zeppelin” surcar el cielo de la ría dejando el asombro entre la ciudadanía.