La Guardia Civil estrechaba cada día más el cerco sobre los movimientos obreros y sindicales con registros espontáneos a las sedes de la CNT, a la sede de la Unión Republicana y cualquier otro local perteneciente a alguna organización izquierdista. A pesar de que se habían cortado las comunicaciones con las demás poblaciones, el lunes día 20 de julio se convoca una huelga general en toda España con motivo de unos rumores que decían que el ejército se había levantado en contra de la República. Ese mismo día, ciertamente, fue proclamado el Estado de Guerra por el Ejército de todas las guarniciones de la región contra el Gobierno de Madrid.
Aproximadamente a las 12 del mediodía el capitán Carreró Vergés recibe una llamada ordenándole que declare el estado de guerra en la ciudad. Rápidamente forma un piquete de infantería formado por 50 soldados y salen del cuartel, situado en la parte de detrás de los juzgados de la actual calle del Príncipe, en dirección al cruce de Colón y Urzáiz para colgar el bando de guerra en la puerta del cuartel de la Guardia Civil. Rodeados de una importante muchedumbre expectante por saber lo que estaba sucediendo, el piquete de infantería prosigue su ruta por la la calle Colón y, tras formar filas en Policarpo Sanz, Carreró y su lugarteniente se dirigen a la Puerta del Sol para leer el respectivo bando de guerra. Antes de acabar de leer el manifiesto, un individuo que formaba parte del gentío le arrebata el papel al orador militar y acaba empalado en la cabeza por la bayoneta de uno de los miembros del ejército. Este hombre, de apellido Lence, fue el primer muerto en la ciudad de la sublevación falangista.
Tras el asesinato que acababa de ocurrir en plena Puerta del Sol, la reacción de la gente no se hizo esperar. Muchos de los allí presentes se abalanzaron contra las fuerzas del capitán Carreró dispuestos a arrebatarles las armas, los que, tras una llamada a las armas de la cadena de mando, recibieron la orden de abrir fuego contra los manifestantes. Habiendo previsto la situación, en la actual calle de la República, al lado de los almacenes Simeón, un simpatizante de la república dispuso una ametralladora con la que abrió fuego contra las tropas del ejército. Los cadáveres se empezaron amontonar en la calle, había personas heridas por todos los lados y el petroleado de la carretera estaba cubierto de los cristales rotos de los negocios de la zona. La multitud rápidamente se dispersó, las tropas militares volvieron al cuartel y los fieles a la República se dispersaron en torno al barrio de Lavadores donde formaron barricadas. Los republicanos tenían pocos recursos y por ello llevaron a cabo algunos asaltos a las armerías de la ciudad; cuando no eran capaces de hacerse con buen material empleaban escopetas de caza y fabricaban bombas caseras que arrojaban tras la refutable seguridad de sus parapetos.
Al día siguiente, el 21, el capitán Carreró dirige el primer asalto a la barricada republicana emplazada en los Llorones. Tras el intenso fuego de una ametralladora de las tropas regulares, la primera barricada cae y los leales al Gobierno se ven obligados a replegarse hasta el barrio del Calvario, donde había un amplio grupo de sindicalistas, miembros de asociaciones obreras y republicanos de otras partes de la provincia que habían llegado al frente de la ciudad para defender a la República.
Casa ya quemada del empresario Estanislao Núñez.
Es en esta trinchera cuando sucede uno de los acontecimientos más recordados en la sociedad viguesa de la época. La retaguardia de la barricada del Calvario estaba cubierta por la lujosa casa del empresario litógrafo Estanislao Núñez, sin embargo, los republicanos que combatían a las tropas de Carreró empiezan a ver como algunos de los disparos de sus compañeros caídos se producen a sus espaldas. Una mujer allí presente es la que dice que los disparos salen de las ventana del famoso industrial, casa que se suponía desprovista de armas porque con anterioridad los republicanos habían solicitado el apoyo armamentístico de la familia. Hay mucha leyenda al respecto, pero lo que es cierto es que los republicanos cierran la casa y le prenden fuego matando al viejo Estanislao que se encontraba dentro de la residencia. Sus dos hijos fueron arrestados y llevados al club deportivo obrero de Lavadores, de donde fueron puestos en libertad un par de horas más tarde.
La defensa de la barricada del Calvario fue férrea por parte de los republicanos, quienes hostigaron incesantemente a los soldados del ejército desde las azoteas de los edificios cercanos. Sin embargo, la falta de munición y de recursos en general provoca que estos tengan que ceder terreno a los militares y en pocas horas pierden la posición donde había caído tantos obreros y tantos soldados.
Así fue como transcurrieron los primeros días de sublevación en la ciudad. Lo que empezó entre dudas y rumores acabó por convertirse en una cruenta batalla que acabó llenando las calles de la ciudad de cuerpos de víctimas de una disputa que acabó por polarizar y alienar a la población española. A pesar de los esfuerzos de los republicanos, la ciudad fue una de las primeras en caer en favor de los falangistas a pesar de todo el apoyo recibido. Hubo barrios que pasaron a ser conocidos por la estoica defensa de la causa republicana, como el de Lavadores, que pasó a ser recordado como “a Rusia pequecha”, pero eso será mejor contarlo otro día…