Quizá por eso esta chica siempre va acompañada de su mascota que observa el mundo sobre su hombro y la acompaña a todas partes, incluso en el autobús urbano, donde casualmente volvimos a encontrarla. El pajarito pasa casi inadvertido: su pequeño tamaño y su discreto silencio contribuyen a que las demás personas que están alrededor no reparen en él. Para ella es su amigo inseparable al que ha puesto por nombre Pichí, como el pajarito que Heidi, la del inolvidable cuento de dibujos animados, encuentra herido y luego la acompaña hasta la llegada del otoño, cuando decide emigrar. La fotografía da buena cuenta de ello, pero el destello del flash, casi inevitable en la noche, ha conseguido, sin que fuera la pretensión, ponerlo un poco inquieto. Ojalá Pichí decida quedarse con su amiga para siempre, como ocurre en los finales felices.