Si este 2016 el mercado del Progreso inauguró una nueva etapa, seis años antes, en 2008, celebraba su primer centenario, dejando atrás el día en el que fue firmada la escritura de compraventa que daría origen al que hoy en día, con el transcurso de los años, es el mercado de referencia del centro de Vigo.
Su nacimiento, a comienzos del siglo XX, se produjo de forma paralela a la expansión de la ciudad y el cambio de modelo de los mercados, más amplios, cubiertos y con mejores condiciones higiénicas que respondiesen con éxito a los nuevos modelos urbanos y al crecimiento exponencial de la población.
Se pasó, pues, de los mercados de frutas, pescados y carnes al aire libre, en plazas y calles, a espacios más acotados y mejor acondicionados para los productos. (Bajo estas líneas, mercado en la calle Eduardo Iglesias, donde años después se construyó el mercado del Progreso).
En el blog Brétemas de Manuel Bragado, Celso López Pazos explica que hasta los últimos años del siglo XIX, los mercados de Vigo eran al aire libre y se celebraban en las plazas de Princesa, Pedra y Constitución además de espacios específicos en las plazas de A Herba (Argüelles), Leña (Calatrava) o Cebolas (Méndez Núñez).
En la calle Oliva, además, se vendía calzado, en Cruz Verde útiles de cocina y zuecos y en la bajada da Pulguiña (hoy II República), fruta.
En el Berbés y la calle Pescadería (la de las Ostras) se vendía, por supuesto, pescado. (Bajo estas líneas, mercado de flores).
Añade López Pazos que en 1878, el arquitecto Flórez Llamas termina en la Praza das Legumes un techo con materiales de perpiaño, hierro y madera que tras 25 años de actividad se derrumbó para construir en su solar el edificio Simeón.
En 1900, la Comisión de Hacienda del Concello de Vigo había propuesto la construcción de tres mercados -las obras del Empréstito- para abastecer las necesidades de los vigueses, un proyecto al que destina la cantidad de 410.000 pesetas, que se repartirían en 160.000 para el mercado-pescadería en Laxe, 125.000 para un mercado en la plaza del Progreso y otras 125.000 para una bolsa o mercado de contratación y empacado de pescado fresco en O Berbés. (Bajo estas líneas, mercado en el Campo de Granada, hoy Praza do Rei)
Así, para redactar estos proyectos e inspeccionar las obras, en octubre de ese año el Concello crea una dirección técnica especial que dirigirá el arquitecto vigués Benito Gómez Román, un nombramiento que en todo caso no supone que pase a desempeñar las labores de arquitecto municipal ya que en este cargo está el maestro de obras vallisoletano Jenaro de la Fuente Domínguez.
En febrero de 1901, Gómez Román firmaría los planos del proyecto del futuro Mercado del Progreso, tres meses después de firmar también el proyecto del de A Laxe, construido al lado del hotel Continental.
Celebrada la puja de las obras del mercado-pescadería de Laxe e iniciada la cimentación del mercado del Progreso, Gómez Román viaja a mediados de ese año a distintas ciudades españolas y París con el objetivo de estudiar este tipo de instalaciones que se iban a instalar en Vigo por primera vez.
Con el diseño de ambos mercados aparece en la ciudad la arquitectura de hierro, producto de la Revolución Industrial, característica de este tipo de construcciones y también de estaciones de ferrocarril, quioscos, etc.
Las obras de hierro serán adjudicadas al contratista José Godoy, quien le encarga las estructuras a la fábrica local de fundición La Industriosa de Antonio Sanjurjo, ubicada en el actual García Barbón.
A mediados de octubre de 1903 el mercado da Laxe ya está en condiciones de prestar servicio aunque no será inaugurado hasta 1905 (bajo estas líneas, mercado de A Laxe y el hotel Continental en una imagen desde el edificio de Aduanas).
Mientras tanto, en 1904 Gómez Román presenta su renuncia a su cargo al frente de las obras del Empréstito por motivos de salud, que fue rechazada por el Concello, que le instó a seguir hasta concluir los mercados. Un año después, no obstante, reitera la petición y finalmente es reemplazado en el cargo por el arquitecto Manuel Felipe Quintana Ochayta para llevar a cabo la dirección técnica de los trabajos de conclusión del mercado del Progreso.
El proyecto original de Gómez Román constaba de planta rectangular y dos alturas, con unas medidas aproximadas de 54 por 31 metros que se alineaba a la calle de Ronda de Don Bosco y dejaba un parque intermedio entre Velázquez Moreno, Progreso y Circo. Las fachadas tenían un diseño similar al proyecto en A Laxe con la excepción de que el primero presentaba una soberbia entrada diseñada con una amplia escalinata que daba a la calle Progreso.
Una de las plantas estaba destinado a la venta de carne y pescado y el otro a las legumbres, frutas y productos similares. Este proyecto, no obstante, sufrió varias modificaciones a lo largo de la construcción, algunas de ellas realizadas por el propio Gómez Román, que redujo la superficie en 400 metros cuadrados al considerar que las medidas iniciales eran excesivas y para equipararlo además al de Laxe.
También Jenaro de la Fuente, inmerso en varios problemas con la Asociación de Arquitectos de Galicia que le demandaron por intrusismo laboral, introdujo cambios en el proyecto, con lo que las medidas de la planta pasan de 42 a 30 metros y la escalinata cambia de estilo y también se modifican los ventanales y persianas.
Asimismo, se eliminó la simetría de la fachada inicial y las ventanas del piso inferior adoptan la forma de arcos de herradura con adornos orientalizantes mientras que las del piso superior incorporan elementos modernistas.
El 1 de octubre de 1908, a las seis de la mañana, abrió sus puertas con tan solo tres vendedoras de pescado y dos días después se prohíbe la venta de productos fuera de las instalaciones de los recién inaugurados mercados, para los que se propuso una gestión externa al Concello pero con un coste tan elevado (60.000 pesetas anuales más gastos) que nadie se presentó y la Administración local fue quien se hizo cargo.
Durante más de 40 años, el histórico edificio permanecería inalterable hasta que en 1951 el arquitecto municipal Emilio Bugallo Orozco realiza un proyecto de ampliación del inmueble y elimina la zona arbolada que lo rodeaba y donde se realizaba la venta de frutas y otros productos del campo. Hasta ese momento, los puestos eran de madera y la mayor parte de los vendedores exponían al público los productos en cestas.
La reforma se prolonga hasta 1959, año en el que el Progreso se convierte en uno de los principales referentes comerciales de la ciudad, al acoger en la planta baja de sus instalaciones el primer supermercado de Vigo, con doble entrada por la calle Progreso (entonces llamada Queipo de Llano) y con una superficie aproximada de 600 metros cuadrados.
En junio, se concede la gestión a la empresa madriñela Martínez Hermanos SL con el nombre comercial Martí-H. El nuevo supermercado, basado en una innovadora venta de autoservicio y con unas nunca vistas seis cajas de control en batería, se inaugura el 12 de septiembre de ese año, 1959. Según sus gestores, cuenta con las técnicas más modernas de supermercados, esto es, cámaras frigoríricas, cámaras de congelación, aire acondicionado… y con toda clase de comodidades con una barra de bar o un asador de pollos. Además, se venden más de 1.500 artículos diferentes, desde café de Colombia hasta toda clase de productos cárnicos, pescado congelado, aceite, legumbres, bebidas, conservas o artículos de limpieza entre muchos otros.
En 1969, la Corporación municipal, entonces presidida por Rafael J. Portanet, decide conceder otro destino al edificio, aprobando un anteproyecto en el que cede la mitad del solar para la construcción de un complejo de edificios de viviendas, locales comerciales y aparcamiento. En 1974, ya con Antonio Ramilo Fernández-Areal, se adjudica este proyecto definitivamente tras salir dos años antes a concurso.
El desalojo de los comerciantes, para construir un nuevo mercado en 18 meses, se prolonga durante otro año más entre el descontento de muchos de éstos, que no llegaron a un acuerdo con la nueva empresa.
Ante todos estos impedimentos, que implicaban además una compensación económica a la empresa adjudicataria de la gestión, el alcalde Joaquín García-Picher -que hereda el problema ya del alcalde accidental Tomás Massó Bolivar- nombra al concejal Pablo Padín coejecutor de las obras del Progreso con el objetivo de resolver cuanto antes la situación. Finalmente, se acuerda trasladar el mercado al Castro, en las calles Marqués de Alcedo y Prolongación de Venezuela, donde se le conocerá como Mercado da División Azul.
En abril de 1975 los comerciantes desalojan el mercado, que es demolido el 2 de junio con 78 kilos de dinamita plástica en una de las actuaciones urbanísticas más dolorosas de una ciudad que ha sufrido innumerables pérdidas de su patrimonio arquitectónico.
En 1982 se inauguró el nuevo edificio y los comerciantes pudieron regresar al mercado tras siete años. Esta nueva construcción, más basta y descontextualizada, redujo el espacio dedicado al mercado y lo convierte en algo incómodo ya que los amplios espacios anteriores dieron paso a un oscuro sótano bajo una plaza gris y descuidada, presidida por un bloque de viviendas con toldos amarillos.
Este nuevo mercado ocupa una extensión total de 3.307 metros cuadrados de solar aprovechado y por la cesión de los terrenos el Concello recibió el primer sótano por parte de la constructora, que se destina a aparcamientos. Las plantas baja y primera se desitnan a acomodar a los comerciantes, con terraza plana de uso público en el lateral del edificio que da a la calle Eduardo Iglesias. A cambio, el bloque de viviendas ocupará una superficie total construida de 6.731,8 metros cuadrados.
Hasta la década de los noventa, este edificio no sufre ninguna modificación de importancia, funcionando como mercado central de la ciudad y al que acuden mayoritariamente compradores de las parroquias del entorno como Valadares, Matamá, Bembrive o Zamáns.
En 1994, pues, el pleno del Concello de Vigo decide entregar el mercado en concesión administrativa a la Asociación Profesional de Empresarios Autónomos del Mercado del Progreso, que a finales de 1996 decide modernizar las instalaciones y los servicios para recuperar a los clientes tradicionales de los mercados y volver a tener el liderazgo en el sector de productos perecederos de calidad. Estas obras afectan a instalaciones comunes y la modernización total de los puestos de venta, con maquinaria para la manipulación y conservación de los productos.
La inversión asciende a más de 200 millones de pesetas, aportadas casi en su totalidad por los propios comerciantes.
El 3 de septiembre de 1997, apenas un año después, se inauguran las nuevas instalaciones con presencia de autoridades políticas y representantes del comercio de la provincia y la ciudad. Ahora, el mercado se divide en cuatro plantas, los dos sótanos, destinados a aparcamiento, con capacidad para 100 plazas; planta baja con supermercado, fruterías, quesería, floristerías, panadería y un espacio destinado a dulces. La primera planta, por su parte, la ocupan las pescaderías, carnicerías, cafetería y venta de productos del campo.
A partir de ahí, no obstante, se inicia un periodo oscuro para el mercado del Progreso ya que otra asociación profesional minoritaria no acepta la concesión y recurre ante los tribunales en un larguísimo proceso que llegó hasta 2004, en el que se le entregó la concesión del mercado, ya sumido en un proceso de decadencia con enfrentamientos entre los comerciantes de una y otra asociación, manifestaciones, movilizaciones y cierres para reclamar al Concello que recupere la concesión y acabe con la lamentable coyuntura que sufren.
Esta recuperación no se hizo efectiva hasta 2007 y, a partir de ahí, bajo la tutela del Concello, el 1 de octubre de 2008 se cumplieron cien años en una efeméride eclipsada por el mal estado del edificio por la falta de mantenimiento e inversiones.
Llegados a este punto, los comerciantes exigen una reforma integral, tanto del edificio como de la gestión para que el mercado recupere su liderazgo. La Asociación Profesional de Empresarios Autónomos recupera la concesión en 2010 con el acuerdo de acometer la reforma completa del actual edificio.
Esta reforma integral, cuya máxima responsable es la arquitecta Mercedes Fernández Díaz, va precedida de la construcción de un mercado provisional en la plaza, que permite continuar con la actividad diaria de los comerciantes durante la ejecución de las obras, en la Praza do Progreso.
El proyecto de reforma, que incluía una mejora absoluta tanto del mercado como de la plaza superior, afectaba a una superficie construida de 7.605 metros cuadrados y supuso una inversión de más de 4,5 millones de euros además de una reordenación de los diferentes usos.
Música, actuaciones y discursos inaugurales dieron la bienvenida a cientos de vecinos en el remodelado centro, el pasado 28 de abril, tras cinco años de espera.
Ahora, conforman el nuevo Mercado del Progreso 43 puestos repartidos en 13.000 metros cuadrados, distribuidos en dos plantas. En la superior se ubica el supermercado Familia y en la inferior el resto de establecimientos. Más abajo, un aparcamiento de dos niveles y los pisos por un ascensor panorámico con vistas al hall de entrada. La oferta está compuesta por 19 pescaderías, cinco carnicerías, tres charcuterías, una panadería con obrador “en directo”, una tienda de golosinas y prensa, dos taperías, un restaurante y una cafetería.
Entre los elementos más destacables se encuentran el restaurante-cafetería de 1.500 metros cuadrados que se abre en la plaza situada justo encima del mercado y una “cocina promocional” para hacer degustaciones en la planta inferior. Éste pretende ser uno de los fatores «centrales» de atracción de usuarios.
Además, dispone de dos ascensores, uno de ellos con capacidad para 21 personas, y escaleras mecánicas. Igualmente, contará con central frigorífica propia para la conservación de alimentos, red wifi y servicio de reparto a domicilio y compra online.