La visita a las Islas Cíes resulta más difícil con las lógicas limitaciones de visitantes para preservar el parque natural, pero nadie sale defraudado y todo el que ha estado allí recuerda las numerosas bondades de un lugar salvaje con playas de aguas transparentes —-y muy frías, por cierto—-, con arena fina como el azúcar glass y de un blanco inmaculado, con vertiginosos acantilados donde anidan gaviotas y cormoranes… Y a ese conjunto de atractivos naturales también hay que sumarle los curiosos datos históricos, cuando pertenecía a Tui y luego a Baiona, así como las repetidas visitas de los piratas y el convento de frailes, ya inexistente. Sin olvidar la anécdota del único isleño que existía hace años. En definitiva, las Islas Cíes son un auténtico paraíso y el mirador del Paseo de Alfonso XII, en Vigo, bien merece el calificativo de “mirador del paraíso”.