Pero esas generaciones no sólo han estado formadas por el alumnado, sino también por un profesorado que permanece en el recuerdo. Quién haya pasado como alumnado por sus aulas recordará con agrado a Méndez Ferrín, a Rufo Pérez, a Manuel Dopazo, y a muchos otros que han dejado huella entre aquellos estudiantes y que hoy, al cabo del tiempo, le profesan un merecido reconocimiento. En la actualidad, la ciudad de Vigo y las poblaciones limítrofes cuentan con numerosos centros de estudios, pero en los años sesenta y setenta del pasado siglo XX la oferta educativa era diferente: el instituto Santa Irene cubría las necesidades de la formación del bachillerato de la población masculina, y el Santo Tomé, colindante, realizaba la misma labor con la población femenina. Hoy la enseñanza es mixta y con una amplia oferta, pero el reloj de la torre del instituto Santa Irene, en la viguesa plaza de América, sigue marcando el inexorable paso del tiempo.