Sin embargo, la normativa respecto a su transporte es clara y la escena contradice ampliamente su cumplimiento. En cualquier momento el perro puede distraer al conductor o sentirse atraído por alguna causa externa, intentando saltar del vehículo. Cabe preguntarse en este caso por el desenlace y la asunción de las respectivas responsabilidades. El perro merece todo el respeto y cariño y la comodidad de un buen lugar de transporte en el coche, sin sentirse oprimido por un espacio angosto ni agobiado por el excesivo calor o frío, pero ese asiento del acompañante del conductor no es, precisamente, el lugar idóneo, con independencia de lo que diga la normativa, simplemente por sentido común.