Sorprende que en esas latitudes, alejadas del mar, se puedan encontrar pescados tan frescos y variados como en nuestras costas; es la consecuencia de unas comunicaciones por tren y por carretera que en nada se parecen a las de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo XX, cuando los llamados “Accesos a Galicia” todavía eran un proyecto o una realidad a medias. Pero la fotografía, además de destacar la variedad de pescados, también lo hace con la manera de vender el producto, cosa que nosotros, muchas veces, lo obviamos confiando más en la calidad que en la imagen que se muestra ante el posible cliente. Y esto es algo que recuerda aquello tan conocido y trillado de que no basta con ser bueno, sino que también es preciso parecerlo, o, en este caso concreto, publicitarlo, venderlo.