La mayor parte de ellos emergieron de las grandes capitales industriales del continente europeo, Londres y París; pero Vigo, que por aquel entonces estaba luchando por hacerse con un nombre dentro del paradigma empresarial español, contribuyó tímidamente al progreso industrial con las invenciones de una determinada familia: la familia Sanjurjo.
La concesión a Velázquez Moreno de las islas de San Simón como lazareto oficial para que los barcos de la época pudieran pasar la cuarentena de rigor antes de desembarcar en las costas gallegas, hizo que muchas embarcaciones tuvieran que pasar forzosamente por la ría de Vigo si querían apearse en el alguna de las poblaciones litorales. El aumento de visitantes hizo que los pequeños municipios como Vigo se especializaran en atender las necesidades de los buques foráneos y por tanto, empezaron a surgir empresas de toda índole: refinerías de petróleo, empresas de reparación de utensilios navales, caldererías y demás. Fue una de estas últimas, una calderería, donde Antonio Sanjurjo Badía empezó a hacer las primeras reparaciones de la inaudita maquinaria extranjera que casualmente pasaba por la ciudad. Gracias al intenso tráfico naval y a la facilidad que don Antonio parecía tener con las máquinas hicieron que este último abriera una fábrica dedicada a la fabricación, reparación y venta de todo tipo de utensilios: La Industriosa, llamada así por la afición que el patrón sentía por las abejas y su capacidad de trabajo.
Muchos fueron los inventos que salieron de la empresa mecánica y no es ningún secreto que don Antonio desarrolló un prototipo de submarino para que España pudiera defenderse de un posible ataque de Estados Unidos en caso de que estos decidieran invadir la península tras haber vencido en las provincias españolas de ultramar. Lo que es menos conocido es que el hermano de Antonio Sanjurjo, José Sanjujo, diseñó diecisiete años antes de la botadura del famoso sumergible en Vigo, un proyecto muy similar al que materializaría posteriormente su hermano y por el que se llevó la fama de la que goza hoy en día.
Si Antonio Sanjurjo consiguió con éxito poner a prueba su prototipo en 1898; el 19 de marzo de 1882, con origen desde Washington, José Sanjurjo le escribió a este una carta en la que le comunicaba, entre otras cosas, una nueva nave en la que acababa de trabajar. “La invención que te decía en mi anterior había propuesto al Gobierno de España, es un buque submarino provisto con torpedos y echar a pique, en caso de guerra, a los buques de una escuadra enemiga que se acerquen a la costa. Con uno de estos buques en cada puerto, es lo bastante para defender toda la costa de España, y no costaría en junto más que treinta millones de duros costando hoy más un solo buque de alto porte y que no sirve de nada ante un torpeto”. La carta sigue con una pequeña descripción idéntica a lo que acabaría siendo el invento de don Antonio: “Mi buque es para ir tripulado por tres hombres y la parte principal de la invención es es el motor que, ya encima o debajo del agua, puede hacer andar el buque durante diez horas sin requerir fuego ni asistencia alguna, pues puede decirse que no hay máquina y el buque esta todo libre y franco adentro, para poder manejarlo los hombres como quieran”.
Sin embargo, parece ser que la invención del gallego no tuvo la acogida gubernamental que parecía requerir: “Cuando he escrito al ministro español en Washington, le dije que esperaba dos meses por la respuesta de España, y él me contestó que lo había comentado al Gobierno y al que tener la respuesta, me lo comunicaría. Los dos meses que yo estipulé ya pasaron sin haber tenido aquella, y por tanto le he escrito otra vez al ministro diciéndole que ya me hallaba libre del compromiso contraído para poder proponerlo a otra nación, lo cual voy a hacer tan pronto tenga listo otro modelo, un poco más grande que estoy ahora empezando, aunque no se cuando le daré fin, porque el tiempo, la salud y los recursos no me ayudan como quisiera”.
Tal vez sea muy aventurado presuponer nada al respecto. Lo cierto es que los planos de la embarcación que laureó a don Antonio, y muchas de sus otras invenciones, estuvieron a buen resguardo en su casa durante muchos años bajo el cuidado de su familia. Sí se sabe que José Sanjurjo era un estupendo dibujante cuya pulcritud para dibujar planos y proyectos era envidiable. Sin embargo, nunca ha habido constancia de la existencia del prototipo sobre plano mas que esta breve sección de una carta entre ambos hermanos. ¿Envió el ministro en Washington la carta a Madrid? ¿Acabó esta traspapelada entre los papeles de algún ministerio? ¿Fue el submarino de don José objeto de algún tipo de espionaje industrial?.
Tal vez ya no quede nada de ese primer proyecto. Aún así, nadie le quita el mérito a la familia de haber sido una de las más innovadoras y creativas de toda España.
Artículos relacionados:
Antonio Sanjurjo Badía: el visionario autodidacta
Antonio Sanjurjo Badía, por Lois López Leira
Otros artículos de Historia de Vigo:
La Liga de Defensores de Vigo y las elecciones de 1923
Los pistoleros vigueses y el atentado a Valentín Paz Andrade
Un poeta vigués olvidado: Luis Antonio Mestre
El fraude electoral y el caciquismo en la comarca de Vigo
Juan Compañel y la imprenta viguesa de Rosalía y Murguía
Vigo, entre el fuego cruzado de una guerra
El día en que Vigo bombardeó Pontevedra