La estatua del Sireno, en la Porta do Sol, se ha convertido en un emblema de la ciudad de Vigo. La obra de Francisco Leiro no fue siempre comprendida y bien aceptada. Su colocación e inauguración en 1991 fue controvertida. Al principio, no todo el mundo comprendía su significado y su valor artístico. Luego, poco a poco, fue ganando la aprobación general y hoy es un símbolo más de la ciudad olívica.
Desde lo alto, el personaje metálico e impasible creado por Francisco Leiro parece observar el bullicio urbano, el tráfico, la remodelación de las aceras, el ir y el venir de las gentes, los cambios de sentido del tráfico, la apertura y el cierre de los establecimientos comerciales, las manifestaciones que terminan en la plaza, las orquestas y las fiestas…, y, ahora, al trajín de las obras de peatonalización.
En estos días, en la proximidad de las fechas navideñas, cuando la ciudad está a punto de brillar con miles de puntos luminosos, un extraño efecto visual, casi mágico, muestra unas ventanas en las columnas como si el Sireno estuviese apoyado en unos rascacielos tan delgados como los hilos de la imaginación.