El 7 de marzo de 1944, en las gélidas aguas de la isla de Noderney, en las Frisias alemanas, una potente explosión envió a pique al buque de la Kriegsmarine ‘Sprerrbrecher X’, en plena Segunda Guerra Mundial. Una mina reventó su casco y envió al fondo del mar a este buque que, en realidad, había conocido tiempos mejores. Porque fue botado en 1922 por la Compañía Hamburguesa Sudamericana, bautizado como el ‘Vigo’, un hermoso trasatlántico de 130 metros de eslora que cubrió durante años la ruta atlántica con América. Terminaba de la peor forma la historia de un barco que había paseado el nombre vigués por medio mundo.
Nada hacía presagiar este final en enero de 1922, cuando el crucero fue botado en Alemania. Tampoco, en su viaje inaugural, donde la escala en Vigo, el 6 de mayo de ese mismo año, se celebró como una fiesta. Subió a bordo el alcalde de la ciudad, Ricardo Senra, junto a otros miembros de la corporación, que fueron agasajados por el capitán del buque con un ‘lunch’. Además, prometieron que, en la siguiente escala, le regalarían un cuadro con una vista de la ría de Vigo, que sería encargado al pintor local Sobrino. Incluso se señaló un lugar de privilegio en los salones del crucero donde sería colgada la pintura.
La prensa se deshizo en elogios con el trasatlántico ‘Vigo’, con sus ‘lujosos’ camarotes: “Los pasajeros hallan acomodo en un comedor especial muy confortable alrededor de pequeñas mesitas, teniendo en el mismo a su disposición un hermoso piano y bien surtida Biblioteca con que distraerse en sus ratos de ocio. A la entrada se ha instalado una cantina en la que se encuentra toda clase de bebidas y fiambres de varias clases a precios muy módicos”.
Encontramos en el diario Galicia anuncios de este buque con salida desde Vigo para el 22 de septiembre de 1922, con “línea directa para Montevideo y Buenos Aires”, que se publicita como ‘extra rápida’, con un precio en ‘tercera clase corriente’ de 406,60 pesetas y de ‘tercera especial’ por 481,30. Como gran adelanto, se destaca que los pasajeros de tercera cuentan con una cubierta de paseo y que, además, “disfrutan de grandes locales resguardados de la intemperie, donde distraerse cuando el mal tiempo no permite la estancia arriba”.
El flamante ‘Vigo’, nueva estrella de las ‘Compañías Hamburguesas’, triunfa también a su llegada a Buenos Aires, donde es recibido por la comunidad emigrante viguesa con todos los honores. Lo cuenta el diario Galicia: “Los hijos de Vigo y Lavadores residentes en la República Argentina han entregado al trasatlántico una placa de bronce, que es testimonio del agradecimiento de nuestros paisanos presentes en las tierras del Plata a la Compañía Hamburguesa, por haber bautizado con el nombre de Vigo a uno de sus barcos”. Encontramos la fotografía de la placa, y de los hijos de Vigo a bordo, en el semanario ‘Vida Gallega’.
El 6 agosto, cuando el buque hace escala en Vigo de nuevo, los diarios anuncian que el alcalde subirá a bordo para entregar el cuadro de Sobrino con la vista de la ciudad y de su ría, “que es la respuesta de nuestra ciudad a la galantería de la Hamburguesa, bautizando ese navío con el nombre de Vigo”. Pero, al día siguiente, leemos en los periódicos que no se produjo la entrega: era festivo y el alcalde y sus concejales no consideraron oportuno visitar el barco. Aunque la explicación parece absurda, es la única que aparece en prensa. Tampoco se sabe mucho del cuadro ni si fue entregado en el futuro.
Lo cierto es que el flamante trasatlántico ‘Vigo’ hizo muchas más escalas entre Alemania, Galicia y América, contribuyendo a llevar a Buenos Aires y Montevideo a miles de emigrantes gallegos… hasta que la guerra vino a dar un triste final a sus días gloriosos.
En 1939, el barco es transferido a la Kriegsmarine junto a la totalidad de los cruceros y trasatlánticos alemanes. Hay que recordar que, como consecuencia del Tratado de Versalles, que puso fin a la I Guerra Mundial en 1919, Alemania tenía grandes restricciones para construir una armada de guerra. Por eso, Hitler cifró su poder militar en la Wehrmacht, en la Luftwaffe y en el arma submarina, en lugar de disponer de una gran escuadra de buques de combate de gran tonelaje como otros estados.
Así que, como otros cruceros, el ‘Vigo’ terminó convertido en un ‘Sperrbrecher’, que popularmente era conocido como ‘pionero’ y cuya traducción más literal sería «rompedor de presas de minas». Se trataba de un barco auxiliar alemán que en la Segunda Guerra Mundial servía como una especie de dragaminas, navegando por delante de otros barcos a través de mares minados y haciendo estallar las cargas con su casco reforzado. Solían contar también con un potente electroimán que atraía las minas magnéticas, que eran la mayor amenaza desde 1940. Casi todos eran buques civiles adaptados y sufrieron enormes pérdidas durante toda la contienda.
Así, el trasatlántico ‘Vigo’, rebautizado desde el 28 de septiembre de 1939 como ‘Sperrbrecher X” o ‘Sperrbrecher 10’, se encargó desde entonces de navegar al frente de convoyes alemanes en zonas minadas. Y resistió hasta aquella mañana del 7 de marzo de 1944, en las aguas heladas junto a las islas Frisias. La explosión de una mina lo llevó a pique. Así terminaba, dos décadas más tarde, el flamante crucero que un lejano día de 1922 había sido el orgullo de las líneas con América, llevando en su costado el nombre de ‘Vigo’.