Hace tan solo unos días publicábamos un reportaje sobre los rincones irrecuperables de Vigo y del cierre de la histórica Papelería Comercial, de la calle del Príncipe. Se titulaba “Otro rincón irrecuperable del siglo XX que Vigo pierde”, y que en realidad era la continuidad de otro anterior titulado “Rincones irrecuperables del Vigo del siglo XX”, una relación simbólica, como decíamos, extraída de un extenso listado en el que también nombrábamos a la Papelería Comercial como sobreviviente de esta devastación urbanística que nunca deberíamos haber consentido.
Poco después, el cierre de la Papelería Comercial se convirtió en una noticia anunciada y hoy, jueves 14 de mayo de 2015, ya se consolida como una realidad en su último día abierto al público, una fecha muy triste para la ciudad de Vigo, en la que se borra otra página de su historia.
Está claro que las partes, cada una defendiendo sus propios intereses, no han llegado a un acuerdo y, como consecuencia, se pierde otro recuerdo vivo y de valor incalculable de la memoria viguesa, igual que antes también se perdió el estudio fotográfico Pacheco y la joyería Rosende, que compartían el bajo del mismo edificio.
El cierre del mencionado establecimiento es doloroso, y en otras ciudades como Madrid o Barcelona se hubieran encendido todas las alarmas con el mínimo síntoma de cierre. Nosotros, en cambio, demostramos que no sabemos conservar nuestra historia. Prueba de ello es el urbanismo salvaje que se ha producido en la ciudad, sobre todo en la última mitad del pasado siglo XX, con edificaciones de altura arbitraria y gusto arquitectónico dudoso, y, lo que aún es peor, cerrando Vigo al mar.
Pero esta noticia del cierre de la Papelería Comercial, que podríamos calificar de luctuosa, también ha servido, cuanto menos, para que Joaquina Mur, la propietaria del establecimiento, comprobara el enorme cariño y consideración que le tiene la ciudadanía de Vigo, y el imborrable recuerdo. Porque el dinero, los grandes negocios, e incluso las entidades bancarias, todos ellos con su cara amable escondiendo sus salvajes intereses, no pueden erradicar ese cariño y, mucho menos, comprarlo.