La estatua se ubicó frente a la puerta del museo Marco, en la calle del Príncipe, una calle donde Castro acostumbraba a vender sus periódicos vociferando su oferta y realizando equilibrios, generalmente a las puertas de los desaparecidos Almacenes Alfredo Romero, pequeñas historias ciudadanas que son desconocidas para muchos vigueses de hoy. Pero la historia, aunque desconocida, merece un respeto, sin embargo, la estatua de Castro, lejos de ser respetada, es la diana de numerosos ataques vandálicos y reiterados que van desde las pintadas obscenas hasta el robo del periódico que sostenía con su dedo. La estatua de Castro, como el resto de las estatuas, fuentes y el mobiliario urbano, merece el debido respeto y se debería perseguir y castigar a los vándalos que disfrutan con su deterioro.