Muchos famosos viajeros y escritores han visitado Vigo y dejado crónicas de la ciudad a través de los siglos. Hemingway, George Borrow, Jules Verne, Stefan Zweig, Widdrington… incluso el científico Albert Einstein dejó unas notas tras su doble escala en este puerto en 1925. Pero sin duda la narración más extraordinaria es la que firmó el británico Laurie Lee en su famoso libro de viajes ‘As I Walked Out One Midsummer Morning’, todo un best-seller tras su tardía publicación en 1969 en el Reino Unido.
En 1934, en plena República, llegó al puerto de Vigo Laurence Edward Alan Lee, quien pasó a la posteridad como Laurie Lee. Este escritor británico, nacido en 1914 y fallecido en 1997, alcanzaría gran fama por sus memorias, editadas hacia la parte final de su vida. Así que sus extrañas palabras para describir Vigo parecen estar entre un exceso poético o el consumo masivo de alucinógenos. Veamos: llega Lee al puerto de Vigo y se queda atónito: “Los primeros sonidos tenues de España. Un perro aullando, el rebuzno de un burro, el delgado y agudo canto de un gallo. Subí embalado a la cubierta brillante del barco y el sol español se elevó y me descubrió la silueta de la ciudad. Aquello me recordó las superficies más suaves de Inglaterra. Vigo me impresionó como una aparición”.
Hasta aquí, todo bien. Pero pronto nuestro autor pasea por la ciudad y la descubre poblada por fantasmas. Las casas de la ciudad, según Lee, “parece que se elevan desde el mar como un naufragio corroído por el óxido, viejas y blanqueadas como las rocas alrededor”. Cuando desembarca, el escritor no ve “ni humo ni movimiento en las casas”, que le ofrecen una visión fantasmal: “todo parece tranquilo”, escribe, “como si esperasen el regreso de una inundación”.
O Berbés le parece “un pueblo sumergido en luz verde húmeda (…) bañado por la marea”. Laurie Lee describe la ciudad como si estuviese viviendo un sueño. Camina por las callejas del Casco Vello y se cruza con “hombres ahogados que se yergen desde las aceras y estiran sus brazos, encendiendo cigarrillos y sacudiéndose la noche de sus ropas”. En su paseo, parece adentrarse en el barrio chino, donde observa mujeres “que bajan por las calles con el cabello como bobinas que chorrean alquitrán y una boca grande, roja y salvaje”.
Resulta evidente que la poesía era la gran pasión de nuestro ilustre visitante, aunque nunca triunfó en este campo. Sus escritos periodísticos, sus libros de viajes y sus memorias fueron los que le granjearon el éxito y le llevaron a ser caballero de la Orden del Imperio Británico. En especial, gustaron a sus compatriotas sus relatos sobre la Guerra Civil Española, aunque algunos críticos dudan de que la viviese en primera persona. Se cree que muchos de sus escritos autobiográficos son pura invención literaria, lo que también podría suceder con este retrato dedicado a Vigo.
Continúa Lee su periplo vigués por la plaza de la Constitución, donde junto al ayuntamiento encuentra una barbería (tal vez la que estaba situada bajo los soportales) en la que le sorprende en una ventana una fotografía de Karl Marx. A su lado hay “un policía armado, sentado en las escaleras del consistorio”.
Mientras va cayendo la tarde, Laurie Lee define Vigo como una ciudad “fría y sin luces” (esto en cualquier Navidad de un siglo después suena casi a sacrilegio), bajo un “atardecer muerto en azul”. “Sólo el cielo y el océano se mantienen vivos, entre inmensos arroyos de llamas”, lo que nos evoca una puesta de sol en las islas Cíes, narrada en modo bardo.
Esa misma noche, Laurie Lee cuenta que durmió en un monte situado al lado de Vigo, donde sufrió el ataque de unos lobos, de los que consiguió escabullirse. Más tarde, sin demasiado orden ni concierto, llega a la ciudad de Zamora, sin aportar más referencias temporales o espaciales a Galicia. Así que nos queda esta confusa crónica de Vigo en 1934, un retrato hermoso y lisérgico de la ciudad aunque sin duda víctima de algunos excesos, como mínimo poéticos…
Otros artículos de Eduardo Rolland:
Vigo en 1830, en la pionera descripción de Sebastián Miñano
Aquella última nevada en Vigo de 1987
Azaña, enamorado de Vigo: “Es novísimo, rico y a todo lujo”
Vigo, en las imágenes aéreas del Vuelo Americano de 1946 y 1956
1946: Cabalgata de Reyes para niños ‘con carné de pobre’
250 años del nacimiento de Cachamuíña
Cuando tocó la Lotería de Navidad en la Casa de la Collona
La Navidad de la gripe del 18 en Vigo
La importancia de apellidarse Vigo
El río Oitavén, verdugo de un escándalo en TVE
Vigo, en la Lucha contra el Enemigo Mundial
50 años del Citroën GS, un éxito también vigués
Siete historias clave de la fortaleza del Castro
Los cinco buques de guerra «HMS Vigo»
“Si las mujeres saben coser, ¡bien pueden aprender a conducir!”
Cuando Nostradamus ‘profetizó’ la batalla de Rande
130 años de la calle Elduayen, la primera Travesía de Vigo
Pases pro bus: 40 años de una revolución en Vigo
La ‘Captura de Vigo’: la olvidada invasión británica
La Toma de Vigo vista desde Inglaterra
Verdades y mentiras del «Polycommander»