Esta imagen resulta bastante habitual en la ciudad de Vigo. Los conductores se saltan las normas con enorme facilidad y no pasa absolutamente nada. Cierto que no son todos, pero la permisividad tácita del Concello propicia estos actos. Y ahí está, como ejemplo, ese coche aparcado en la acera en medio del paso de peatones, sin importarle ni siquiera las molestias ocasionadas a quienes llevan un coche de niño o una silla de ruedas, que no pueden pasar.
Está claro que entre la rigidez absoluta y la permisividad total existen caminos intermedios, y que los abusos de unos cuantos los paga la mayoría que cumple con las normas. En la ciudad de Vigo cada vez se echa más de menos una Policía de movilidad que patrulle siquiera el centro urbano evitando estas situaciones.