Es lo más parecido a un conjunto de gigantes que permiten la coexistencia pacífica de seres insignificantes a su alrededor. En la fotografía, el pequeño y humilde barco de pesca retorna al puerto luego de una jornada de trabajo, sin amedrentarse lo más mínimo ante los ciclópeos buques de transporte amarrados en las lineas de atraque, con sus cascos metálicos elevándose de un modo desafiante y casi mágico sobre la superficie del agua, gracias a algo tan sencillo y fundamental como es el principio de Arquímedes, que sigue —y seguirá- vigente al cabo de siglos y milenios desde su descubrimiento.