Es una zona histórica que durante años fue perdiendo su protagonismo, sobre todo con el cierre de La Panificadora, y que ahora va ganando vida con la restauración de algunos edificios que coexisten con algunas antiguas y humildes viviendas y con uno de los bares más antiguos de la ciudad y que todavía sobrevive. En algunos de esos edificios modernos ya viven nuevos vecinos y en ellos están ubicados algunos despachos profesionales y alguna editorial (Editorial Elvira).
Esas escaleras tienen muchísimos años, quizá tantos como la propia calle, y sirven para conectarla con la parte posterior del Concello. Quizá antaño ya comunicaron esa zona con el Castillo de San Sebastián, que quedó bastante destrozado con la construcción del edificio actual del Concello, con la Praza do Rei y con la modificación de la cota de la Rúa Cachamuiña, lo que provocó la desaparición de lo que se conocía como “Campo de Granada” —que por cierto en tiempos franquistas se llamaba “Plaza de la División Azul”—. Durante muchos años, allí mismo, en el espacio de esa plaza, se improvisaba un mercado muy popular con los productos que traían las señoras de los alrededores de la ciudad.
Las históricas escaleras son de piedra y tienen unos peldaños enormes donde la relación entre la altura y el paso no facilitan ni la subida ni la bajada, resultando incomodísimas y no aptas para personas con lo que se dice flojera física, aun cuando acortan muchísimo el trayecto para subir o bajar del Concello. Se podría decir que son unas escaleras para auténticos gigantes.