Pero no sólo se tiñen de color los árboles, las plantas, la tierra o la arena de las playas, sino también las cristaleras de las ventanas y los balcones, que reflejan los rayos cálidos de una luz indispensable para la vida. Se trata de unos efectos lumínicos que suelen pasar inadvertidos para la mayoría de las personas, porque no se detienen a observar la belleza de esos espejismos que existen en su entorno cotidiano.