El tener un perro se ha convertido en un salvoconducto para poder dar un buen paseo. Lo lógico sería que la distancia del paseo estuviera limitada a lo razonable, así como el número de paseos diarios; son cosas de sentido común y de responsabilidad ciudadana.
Sin embargo, algunas personas pasean mucho más al perro en estas condiciones que antes del confinamiento y aprovechan para recorrer todo el barrio. Puedo dar fe de todo ello porque es algo que observo desde las ventanas de nuestra casa, al fin y al cabo en los barrios nos conocemos todos, aunque sólo sea de vista. Seguro que también ocurre en otros barrios. Como el aprovechar el perro para dar un paseo familiar: primero sale uno de la familia, después otro, y así el resto, y el pobre perro termina agotado.
Con todo ello quiero decir que la mayoría de la ciudadanía respeta las normas del confinamiento, por muy incómodas que sean, son gente responsable, y quienes tienen un perro quizá incluso más, porque saben de las responsabilidades que conlleva el tener un animal de compañía. Sin duda, el confinamiento es un beneficio para todos, pero siempre tiene que haber los típicos listillos que no ven más allá de sus propios intereses.