Muchos vigueses todavía tendrán aquella estación en su memoria y algunos también recordarán la que existió anteriormente, construida en la última mitad del siglo XIX y reformada en 1923. Luego, en la década de 1990, se desmontó piedra a piedra con la intención de conservarla y construir la actual estación, mucho más adecuada para los nuevos ferrocarriles y para un tráfico ferroviario propio del siglo XXI. Esa imagen en blanco y negro constituye un recuerdo melancólico de una época en la que viajar a Santiago de Compostela duraba tres horas. En la actualidad, y gracias al empeño del Concello de Vigo, se convertirá en lo que podría denominarse un centro de comunicaciones de transportes, lo que ahora llaman intermodal, y que será una realidad material cuando se complete con las instalaciones para el transporte por carretera.