Lo empresa de loza que antaño fue un orgullo de la industria gallega, con un horno singular que era una joya de la ingeniería y que no podía apagarse para no deteriorarse, luce hoy, al cabo de no tantos años, como un conjunto de ruinas que dan cobijo a todo tipo de alimañas, y que fueron pasto del saqueo incontrolado cuando se cerraron sus puertas. Seguramente hubo determinados intereses que promovieron el cierre y posterior abandono de esa fábrica, pero gran parte de esos intereses seguramente correspondían a otros frentes alejados de la patronal -que cargó con todas las culpas- y que están en el recuerdo de todos, recuerdos aún vivos en quienes vivieron en aquellos momentos la angustia de quedarse sin trabajo.