Lo lleva a la vista y suponemos que incluso hay varios billetes detrás del que se puede ver. Quizá sea por despiste, pero constituye un reclamo interesante no sólo para los habituales amigos de lo ajeno, sino para cualquier persona con pocos escrúpulos, ahora que la crisis aprieta y con veinte euros aún se pueden hacer algunas cosas como comer, tomar un café, o ir al cine. Desconocemos si el hombre consiguió llegar al término de su paseo con el billete —o los billetes, si se trata de varios— en el bolsillo. De no ser así sólo le quedará el remedio del pataleo, puesto que él mismo está propiciando el hurto.