Federico Ribas Montenegro fue unos de los grandes dibujantes españoles del primer tercio del siglo XX, por lo que pudo dibujar en grandes revistas de su época de España, Francia y Argentina. Federico nació en la villa de Bouzas en 1890. Su familia pertenecía a la burguesía conservera local a través del apellido Ribas que quería que estudiase Medicina, pero Federico no estaba por la labor, ya que desde muy niño manifestó una gran afición y capacidad para el dibujo. Federico estuvo trabajando un año junto al pintor y escultor asturiano Julio González Pola, después de cual emigraría a Buenos Aires como tanto jóvenes gallegos en aquel tiempo.
“Fui a los 19 años –nos cuenta Ribas–. Embarqué en mi pueblo, en Vigo… Un embarque con algo de aventura. En aquellos tiempos… Para burlar la vigilancia de las autoridades, los que estábamos comprendidos en la edad de las quintas, tomar el barco mar afuera, desde un remolcador, que aguardaba con los fugitivos. Todo estaba previsto. Bajaba la escala, y, venga!, arrriba, a la cubierta de tercera clase, claro; porque yo fui en tercera, claro está, como buen emigrante gallego… Recuerdo la salida, por entre aquellas islas Cíes, picudas, bruñidas, con un torrente de salitre… Y todos apilados allá, en la cubierta; las mujeres llorando; los hombres, con la cabeza gacha, y allá lejos la tierra que iba perdiéndose…”.
Comenzó trabajando como pintor decorador: “…Trabajé como decorador –cuenta Ribas– no sabía una palabra de eso cando me puse, pero, ¡qué remedio!, trabajé… Entonces en imprentas, en talleres de grabado. Por fin entré en un periódico a dibujar. La vida comenzó a sonreírme”.
Trabajó colaborando en revista como «Papel y Tinta» y «P.B.T.» y en el diario «Ultima Hora». Mas tarde se incorporó a la revista satírica Caras y Caretas trabajando con dos grandes caricaturistas gallegos José María Cao y Juan Carlos Alonso.
Ahorró algún dinero trabajando en Buenos Aires y se trasladó a París, que en aquel momento era el sueño de cualquier artista en el mundo. En 1912 llegaba a la capital francesa. Consiguió trabajo como director artístico de la revista ‘Mundial’, que dirigía Rubén Darío, y trabajó también para ‘Le Rire’.
“No faltaba ni un sólo día –nos dice Ribas– a una de tantas academias libres que hay en París. Y allá, venga a pintar del natural, asimilando las corrientes estéticas del ambiente; pero siempre alerta, siempre sonando dentro de mí la moneda artística… Un día Antonio Linares me llamó para dibujar en ‘Mundial’, la revista que dirigía Rubén Darío…! Lástima que la guerra echase abajo tantas esperanzas! Rubén casi no iba por la redacción; él prestigiaba ‘Mundial’ con su nombre y con sus versos… Fue una época que yo evoco con morriña. En las páginas de ‘Mundial’ se publicaron aquellas admirables cabezas que hizo Vásquez Díaz ‘Compostela’ de Unamuno, de Nervo, de Rubén, de Juan Ramón…. !Qué años aquellos! Allá me casé con Georgina…”.
Al comenzar la Gran Guerra en 1914 Federico vuelve a España comenzando a colaborar en las grandes revistas de la época como «La Esfera», «Nuevo Mundo» y «Blanco y Negro». También, desde 1923, publicó viñetas en «Faro de Vigo» y, desde 1925 en «El Pueblo Gallego». Fue tambien diseñador de productos industriales, creando, la imagen del jabón Heno de Pravia de los Perfumerias Gal.
Federico alternaba sus estancias en Madrid con las que pasaba en Galicia, concretamente en Beluso, en el municipio de Bueu, donde compró una casa por consejo de la familia Massó, que eran buenos amigos suyos.
En Beluso gustaba de la tertulia con los intelectuales Fernández Mezquita, Maruja Mallo, Johan Carballeira o el fotográfo Ksado. Allí se encontraba Federico cuando estalla la guerra civil. Los militares se hacen cargo de la villa y comienza la represión. El alcalde electo Johan Carballeira es detenido y fusilado, por lo que Federico se traslada a Vigo donde es escondido en casa de unos amigos hasta que puede coger un barco hacia Buenos Aires.
En la capital argentina todavía tenía amigos y un nombre como artista reconocido, por lo que es nombrado director de la revista Atlántida y además realiza distintas exposiciones. A fines de 1949 vuelve a España falleciendo en 1952.
El artista gallego-argentino Luis Seoane dijo de él: “Volvió sólo a morir, falleció hace pocos años en Madrid un ilustre dibujante que realizó su obra, casi la mitad de su vida, en Buenos Aires… Ribas, no tenía morada fija. Se acostaba y comía en cualquier sitio. Federico Ribas fue, a partir de 1920 aproximadamente, el dibujante más cotizado de Madrid, como a partir de 1912 lo fue en Buenos Aires hasta su regreso definitivo. Federico Ribas trató siempre de mostrar una vida graciosa, amable, a través de un suave humor hasta hace unos veinte años, en 1936, cuando los muertos lo torturaron, igual que a Goya, que a Castelao, y en la intimidad de su taller dibujaba la crueldad y la muerte tal como un día la viera en nuestra costa de su mar de Vigo”.
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