La lluvia casi ha borrado por completo la dedicatoria, presumiblemente de un cumpleaños, pero la señal continúa en su sitio sin que nadie la haya recuperado para su auténtica finalidad. Así, al cabo de varias semanas apoyada en un árbol, los transeúntes ni siquiera reparan en su presencia. Es como un recuerdo vago de un aniversario que pronto se perderá en la memoria de quienes ayudaron a su celebración, pero que no será olvidado por quien lo haya protagonizado. Ya se sabe que a medida que se van cumpliendo años la vida parece avanzar cada vez más rápido, y será entonces cuando añore aquella limitación de los veinte.