El tiempo y el abandono han provocado considerables deterioros en el conjunto, tanto en la casa como en la enorme finca. Aún es fácil imaginarla llena de vida. La casa, de sólida construcción pétrea, todavía conserva la estampa de lo que presumiblemente fue un sueño de quien la construyó, seguramente como un homenaje a un profundo amor, la mayor fuente de inspiración del ser humano. En la entrada de la casa se puede observar una imagen de la Virgen de Guadalupe, en un lugar destacado junto a una puerta que parece invitarnos a entrar. Pero la maleza se ha abierto paso sobre los peldaños de piedra y ya comienza a ascender por las columnas. Al fondo se observa un camino que se adentra en una finca extensa y luminosa, testigo de paseos tranquilos, de siembras periódicas, de risas y confidencias y de descansos prolongados ensoñando un futuro que en nada se parece a lo que pudieran imaginar sus protagonistas. Es probable que el mercado inmobiliario termine impulsando la demolición para dar paso a gigantescos edificios impersonales. ¡Qué buen lugar para una guardería o para una biblioteca! Mientras tanto, la finca “Guadalupe” parece latir con su propia vida.