La finca Vista Alegre, propiedad de José Manuel García-Barbón Sola, estaba ubicada en la Avenida García Barbón, de la ciudad de Vigo, y desapareció alrededor de los años ochenta del pasado siglo XX como consecuencia del crecimiento urbanístico de la ciudad. En su lugar existen varios bloques de edificios de viviendas que llevan el mismo nombre, y algunos espacios verdes en la conexión de la autopista con la Avenida García Barbón, en una zona conocida popularmente como “El nudo”. Un descendiente directo de García Barbón, José Oya Pardo, nos ha facilitado varias fotografías de la finca y nos ha explicado cómo era aquel rincón histórico de la ciudad de Vigo que no debe quedar en el olvido.
Finca Vista Alegre de Vigo: 120.000 m2
La enorme finca, de más de 120.000 metros cuadrados, estaba cerrada por un gran muro de piedra en todo su perímetro y en realidad estaba constituida por tres fincas: la conocida como “Torre Federal”, que quedó atravesada por la Rúa Travesía de Vigo; otra, que estaba ocupada por la bodega, el palomar y un enorme eucaliptal, que quedó atravesada por la autopista A9; y la finca principal, que también quedó afectada, en parte, por la autopista, y que era conocida como “Vista Alegre”, y uno de cuyos extremos estuvo ocupado por las instalaciones de Club de Campo, que fue fundado en el año 1934 por Guillermo de Oya Salgueiro y por José Curbera Fernández, importante empresario conservero que fue el primer presidente de dicho club.
La finca Vista Alegre tuvo su origen en un pazo que era propiedad de la familia Bárcena —la rama Bárcena de origen andaluz—, y que fue adquirido por José Manuel García-Barbón Sola a finales del siglo XIX cuando decidió trasladar definitivamente su residencia a la ciudad de Vigo. Vista Alegre constituyó su hogar hasta su fallecimiento.
José Manuel García-Barbón (Verín 1831 – Vigo 1909) nació en el seno de una familia acomodada y siendo muy joven emigró a Cuba, donde se dedicó a los negocios y acumuló una enorme fortuna. En Cuba entabló una gran amistad con Policarpo Sanz, —gran benefactor de la ciudad de Vigo— con quien promovió el Centro Gallego de la Habana y la Sociedad de Beneficencia de los Naturales de Galicia. A los 53 años decidió retornar a Galicia asentándose de nuevo en Verín, donde desarrolló varios proyectos empresariales entre los que destaca Aguas de Cabreiroá —actualmente propiedad de Estrella de Galicia—, y la compañía eléctrica Electra de Verín, beneficiando, además, a su población natal con varias aportaciones de carácter filantrópico y con una escuela, pues era una persona muy preocupada por la educación. Sin embargo, García Barbón se veía limitado para llevar a cabo todos sus proyectos y al cabo de diez años decidió trasladarse a la ciudad de Vigo en compañía de su hermana Carlota y de su sobrinas Elena y Práxedes Salgueiro.
Práxedes Salgueiro permaneció soltera y Elena se casó con Guillermo de Oya Lastres, de cuyo matrimonio nació Guillermo de Oya Salgueiro, que, a su vez, se casó con Rosa Pardo de Castro y tuvieron ocho hijos, uno de ellos es José de Oya Pardo, nuestro interlocutor, que tuvo el privilegio de vivir toda su vida en Vista Alegre, hasta su venta.
La finca
A la finca principal se accedía a través de un gran portalón de color verde donde podía leerse “Vista Alegre”. Cuando se vendió la finca, el portalón se trasladó a una casa de Alcabre colindante con el Museo del Mar, donde estuvo durante años hasta que después de su venta acabó destrozado.
Al traspasar el portalón se accedía al camino principal rodeado de una vegetación exuberante que el propio García Barbón se había encargado de seleccionar. Esa carretera subía hasta el palacete principal, que formaba parte del pazo original. Cuando García Barbón adquirió la finca, ordenó edificar una casa muy próxima a ese palacete y que fue conocida como “El chalet”, pero nunca llegaron a vivir en ella.
En la finca había una cancha de tenis, un lago navegable y con un puente, un gran palomar y una bodega con unos barriles tan enormes que tuvieron que construirlos en su interior y que se cargaban por la parte superior, aun cuando Vista Alegre, a pesar de tener viñedos, nunca destacó por su producción vinícola. También había un edificio grande dedicado a caballerizas y una casa de muñecas de tamaño natural a la que no le faltaba la cocina, para que jugaran los más pequeños.
Edificio principal
La entrada principal del palacete tenía una escalinata de acceso desde la carretera interior, y el despacho de García Barbón estaba concebido de tal manera que le permitía observar quien entraba y salía de la casa.
En el sótano estaba la cocina y dos habitaciones para el servicio. En la planta baja había cuatro habitaciones: el dormitorio de García Barbón, su despacho —al que los más pequeños tenían prohibida la entrada—, además de la cocina y tres comedores, uno de ellos con capacidad para veinte comensales, otro comedor para los niños y un comedor específico para el servicio. Anecdóticamente, los niños sólo pasaban al comedor principal el día de su cumpleaños o cuando ya habían demostrado saber comportarse en la mesa. En el comedor principal tenía un gran ventanal que sustituyó al original, que había sido destrozado por una gran rama de un cedro que rompió una galerna. En la primera planta había doce habitaciones, y en la segunda planta seis habitaciones dedicadas al servicio, un cuarto conocido como “Cuarto de los regalos” y dos habitaciones grandes utilizadas como trasteros.
El chalet
El palacete conocido como “El chalet” fue construido alrededor de 1890, cuando García Barbón llegó a Vigo. Tenía un salón de enormes dimensiones en la planta baja y varias habitaciones en la primera planta. Sin embargo, nunca fue habitado porque la familia se estableció en la residencia principal.
La mina
Detrás de los edificios, junto a la bodega, había un galpón que protegía un pozo de gran diámetro. Se descendía bajando por unos escalones de piedra engastados en la pared y sin barandilla. A la profundidad de unos cinco metros se llegaba al fondo, donde había una mina de agua. Desde el pozo se abrían dos túneles, uno hacia la actual Travesía de Vigo y otro hacia Guixar. Ese pozo y esos túneles fueron construidos por Guillermo de Oya Lastres, que había estudiado ingeniería de minas en Inglaterra. Se habían hecho varias catas en la finca y se decidió enviar una muestra a Londres para que la analizaran. En el laboratorio confundieron las muestras y el resultado indicaba una cantidad apreciable de plata. Las excavaciones continuaron hasta que las ilusiones se desvanecieron al recibir una carta del laboratorio pidiendo disculpas porque les habían enviado unos análisis que en realidad correspondían a una mina de Transvaal.
También existía un pozo que daba acceso a un gran lago subterráneo de origen natural. En ese lago se llegaron a encontrar objetos robados, como los restos de alguna caja fuerte. En una ocasión se intentó vaciarlo bombeando el agua, pero fue imposible.
Teatro García Barbón
Hacia finales del año 1900, un grupo de vigueses edificó el teatro “Rosalía de Castro” con la pretensión de introducir el teatro y la ópera en la ciudad de Vigo. Al cabo de poco tiempo el proyecto quebró y García Barbón se hizo cargo de su continuidad. Sin embargo, un año más tarde del fallecimiento de García Barbón, un incendio arrasó el edificio, y sus sobrinas Elena y Práxedes Salgueiro decidieron continuar su labor. Adquirieron el solar que había quedado después del gran incendio del teatro “Rosalía de Castro” por 90.000 pesetas de la época, y encargaron al arquitecto Antonio Palacios un nuevo edificio que es el que llega hasta nuestros días —con alguna remodelación posterior—, asumiendo el coste de la obra que ascendió a cuarenta y cinco millones de pesetas de la época. Desgraciadamente, y por diferentes avatares, el teatro García Barbón ya ha perdido su nombre de un modo oficial.
Filantropía
José Manuel García-Barbón Sola realizó numerosas obras de caridad durante toda su vida y tuvo una gran generosidad con la ciudad de Vigo. Donó los terrenos de la avenida que lleva su nombre —Avenida García Barbón—; el edificio de la Escuela de Artes y Oficios, con la finalidad de que fuera dedicado a la enseñanza gratuita de la ciudadanía viguesa, y que se dotó de todos los elementos necesarios incluyendo una espléndida biblioteca y un equipo especial Tudor para generar energía eléctrica para uso del propio edificio; también promovió el colegio Niño Jesús de Praga, en el Areal, entre otras aportaciones y donaciones. La ciudad de Vigo siempre estará en deuda con José Manuel García Barbón.