Al principio, la frase parece representar lo absurdo, pero una reflexión nos conduce a algo más profundo, como si para observar las circunstancias que nos rodean sea preciso abstraerse y alejarse lo más posible, por aquello de que los árboles no dejan ver el bosque y es preciso salir de él.
La ciudad de Vigo está llena de rincones grandes y pequeños dignos de resaltar y de visitar, con sus calles y sus plazas, con todos los problemas de una gran urbe. Pero la belleza de esa gran ciudad la apreciaremos mejor en la distancia, con una perspectiva que nos permita una imagen de conjunto, una imagen de gran belleza donde todo parece empequeñecerse entre el azul intenso del mar y el azul suave del cielo. Por eso fui a Cangas por ver Vigo.