No es un hecho aislado que en la céntrica calle del Príncipe alguna gaviota en vuelo rasante se lleve un gofre de la mano de algún transeúnte, que se queda paralizado ante el ataque. En algunos tejados ya se van colocando dispositivos disuasorios —-las naves del puerto del Berbés son un ejemplo—-, y en las cafeterías los camareros se afanan en recoger rápidamente los pinchos sobrantes antes de que las gaviotas terminen rompiendo la loza. Quizá sea necesario tomar algunas medidas eficaces entre la ciudadanía para defendernos de estas aves carroñeras cuyo comportamiento está cada vez más cerca de aquellos pájaros de la famosa película de Alfred Hitchcock.