Las nuevas generaciones de viguesas y vigueses no reconocerán esta imagen. Corresponde a la Estación Marítima de Vigo a mediados de los años sesenta del pasado siglo XX. Pueden observarse tres grúas que se desplazan sobre raíles a lo largo del muelle de trasatlánticos. Su gran tamaño para aquella época puede apreciarse comparándolo con el de la persona que aparece junto a ellas. Eran utilizadas para la carga y descarga de mercancías y estuvieron operativas durante muchos años. Conviene recordar, también, que el ferrocarril llegaba a las puertas de la estación marítima, y que el público podía acercarse a los barcos y subir a la terraza superior del edificio, desde donde tomé esta fotografía que tenía traspapelada entre otras miles, que son una de las consecuencias de mi afición fotográfica y que ahora, en estos tiempos de reclusión, acabo de descubrir.
Pero las diferentes reformas conllevaron el retiro de las grúas, y conllevaron, también, la modificación de la pequeña terminal del ferrocarril, frente a la cual lucía un gran reloj de sol que ahora está ubicado junto a lo que eran depósitos de cables. En esa terminal estaba el edificio de Sanidad Exterior y un conjunto de locales de planta baja donde había pequeños comercios de recuerdos para los turistas, con un pequeño jardín con bancos y una fuente constituida por una lámina de agua que fluía transparente y que refrescaba el ambiente. Todo aquello cambió con la construcción del edificio de A Laxe, que por cierto ocluye las vistas que había desde la terraza del edificio que conecta la pasarela actual y que, por cierto, eran el divertimento de muchas viguesas y vigueses de edad avanzada que pasaban allí las últimas horas del atardecer cuando el tiempo lo permitía. También desapareció la rampa del Ferry, que no tenía sentido porque lo cierto es que nunca se utilizaba.
Para completar la transformación del conjunto llegó el año 2001, cuando el atentado de las Torres Gemelas cambió los parámetros de la seguridad en el mundo entero y se prohibió el acceso de los paseantes a las inmediaciones de los trasatlánticos, que ahora vemos tras una alambrada igual que las fieras de los zoológicos, pero que, en realidad, tampoco evitan que alguna persona desalmada pueda cometer una barbaridad. En fin, esta imagen ya es parte del recuerdo de nuestra ciudad, con esas grúas de las que ya no se acuerda casi nadie.