Los paisanos de A Guarda acuden a reforzar el cordón en torno a Vigo. “El blanco de estos patrióticos trabajos- dice el P. Legísima, refiriéndose a Fr. Andrés de Villageliú- era la reconquista de Vigo, ideal abrazado con entusiasmo por todos los guerrilleros, y amado hasta el delirio por el paisanaje, dispuesto a todo sacrificio con tal de arrojar de su suelo a un enemigo, que lo era de todas sus leyes, ideas y creencias, y que no cesaba de oprimirle con vejaciones continuas. Recorriendo las aldeas y entusiasmando a los paisanos, sorprendióle al franciscano un oficio de don Cosme Seoane, alcalde que fuera de Tui, y que ahora actuaba de Comandante de Armas en el valle de Fragoso, “en virtud del cual pasó a las Justicias los correspondientes y secretos avisos para que concurriesen al cerco de Vigo.”
“Al mismo tiempo que los del valle del Fragoso se disponían a comenzar el formal bloqueo de la plaza, el paisanaje de otros valles vecinos se preparaba a la misma gloriosa empresa. El Abad del Couto, don Mauricio Troncoso, juntamente con don Cosme Seoane y don Manuel Cordido, Juez de Cotobad, marcharon a Tui, para bloquear al general Martiniere e impedirle pudiese acudir en socorro de Vigo, donde ya los paisanos de Baiona, A Guarda, Louriña y Santo Antoíño, mandados por el franciscano P. Giráldez, tenían la plaza en verdadero estado de sitio. “Dieron principio a este cordón los de La Guardia el 8 de marzo, el valle de Santo Antoíño el 11, y el de Fragoso el mismo día; de modo que el día 15 ya no había pueblo que no estuviese levantado.”( Guerrillero…, I, 128). A este numeroso contingente de paisanos, dispuestos a no dejar salir un francés vivo de la plaza, se unían continuamente los mozos y vecinos de la villa, que, burlando la vigilancia del enemigo huésped, salían al campo con víveres y municiones, dispuesto a engrosar las filas de los sitiadores, quienes ya en los primeros días del bloqueo tomaron tales bríos, que las partidas francesas que salían al forrajeo se vieron obligadas a no alejarse “más de un tiro de cañón sin ser continuamente molestadas por el paisanaje, que siempre las obligaba a retirarse con pérdida y solía perseguirlas encarnizadamente, entrándose por los arrabales, sin embargo del incesante fuego de artillería y fusilería que el enemigo hacía desde las murallas.” (J. Santiago, Op cit.,p. 505).
“Déjase sentir, sin embargo, en el campo de los sitiadores la falta de municiones, porque las suministradas por los barcos ingleses no llegan para abastecer las necesidades del bloques…”( P. Legísima, op. Cit., pp. 577-78). No obstante, esta escasez pudo suplirse, en parte por los suministros de los franciscanos que habían quedado en Santa Marta y las arriesgadas entradas en Vigo del P. Villageliú. El paciente Fray José Rafael Rolán rescataba en pólvora y balas los tres cerdos salados, los lacones y los seis millares de sardinas, que setecientos energúmenos le habían arrebatado de la despensa en una triste tarde…
8 de marzo de 1809. Xosé María Álvarez Blázquez. «La Ciudad y los Días. Calendario Histórico de Vigo» (Ediciones Monterrey, 1960).