“Ninguna persona debería morir sola, hemos hecho algo que ya quisieran los grandes ricos, estar acompañados por la música del violín de Felipe”. El diácono Desiderio Bernárdez Valeiras fue el encargado de oficiar un acto sencillo y emotivo en el que no faltaron la música, las flores y las oraciones.
Las exequias fúnebres del Gringo se celebraron este jueves en el cementerio de Pereiró. El féretro con sus restos mortales llegaron a las doce del mediodía y eran recibidos por unas quince personas, entre ellas Ángeles de Andrés, la mujer que durante los últimos días se encargó de organizar la despedida.
Felipe Rodicio, de la Escuela de Artes y Oficios Tradicionales (Etrad), hizo sonar su violín para acompañar al cortejo fúnebre hasta los terrenos municipales en los que sus restos mortales descansarán durante los próximos 10 años. Sonaron también los acordes de marchas tradicionales gallegas e irlandesas, así como una de sus poesías:
“Largarme lejos, marcharme al infinito.
Ser viento en el cielo y fundirme con el destino.
Zafarme de las palabras sin sentido,
ser yo suave, y tranquilo”.
Cirios y claveles blancos y rojos sobre su tumba. Antes de ser enterrado se llevó su foto, la imagen que Miguel Núñez había captado con su inseparable perro. “Ojalá esto sea solo el comienzo porque no debemos permitir que nadie muera solo. Carlos, no tenías nada y eras el más rico de todos, tenías fuerza, espíritu y sabiduría”, dijo Ángeles en el último adiós al Gringo.