El reloj más antiguo de Vigo es su propia ría. Basta mirar al mar para consultar este cronógrafo que se extiende desde la ensenada de Rande hasta las islas Cíes. Sobre él, avanza el Sol marcando las horas, desde que emerge por la mañana en las altas cumbres de la sierra de O Suído hasta que se pone en el Oeste, cerca de Cabo Home. Para los antiguos habitantes del viejo poblado prerromano de O Castro este era, día tras día, el mejor reloj posible.
Más tarde, se construyeron en Vigo otros relojes públicos, como el de la fachada del edificio del Cable Inglés, que daba la hora de Greenwich, o el de la antigua estación de viajeros del puerto, que marcaba la hora de salida de los trasatlánticos hacia América. En la actual farola de Urzaiz, el arquitecto Jenaro de la Fuente incluyó cuatro relojes, que desaparecieron cuando la estructura fue trasladada a Bouzas y no regresaron cuando volvió al centro de la ciudad.
Actualmente, apenas queda relojes públicos en Vigo, con excepción del que corona el Colegio Hogar, que lleva años parado en las 11.30, o el del carrillón de la Caja de Ahorros, hoy Abanca, que antes era una referencia para poner en hora los relojes en el cruce entre las calles Colón, García Barbón y Policarpo Sanz. Instalado en 1958 bajo la escultura del ‘Ángel protector’, de José Planes, lleva más de medio siglo marcando las horas. Su carillón suena tres veces cada día, con la ‘Alborada’ de Veiga poco después del amanecer; el ‘Ángelus’ a mediodía; y ‘Negra sombra’ cuando cae la noche.
Santa Irene
El repaso podría terminar en el instituto Santa Irene, cuyo reloj diseñado por el arquitecto Manuel de Cominges fue reparado en el año 2000, después de haber permanecido dos décadas parado a las 11 y 10 minutos. A esa hora de una tarde de noviembre de 1980, una horda de policías antidisturbios entró en el instituto para sofocar la revuelta estudiantil de los ‘Pases pro Bus’. El impacto de una bala de goma dejó aquel reloj averiado y parado en el tiempo durante veinte años.
Actualmente, el reloj del Santa Irene, que acaba de ser de nuevo restaurado en este año 2022, repasando su maquinaria y su iluminación interior, ha recobrado su popularidad, porque se celebran ante él, en la plaza de América, las campanadas del año nuevo.
El reloj más antiguo de Vigo
Pero el reloj más antiguo de la ciudad sigue fijando su hora por el Sol. Se trata del cuadrante solar que, en 1837, grabó el relojero Juan Agustín Domínguez en el lateral de la concatedral de Santa María.
Este reloj es uno de los emblemas de Vigo, pues no en vano Xosé María Álvarez Blázquez lo utilizó como símbolo en la portada de su obra ‘La ciudad y los días’, que reunía sus artículos sobre la historia cotidiana de Vigo. Su lectura sigue siendo hoy divertida e instructiva, después de haber sido reeditado por Xerais, en versión galega, con una cuidada edición a cargo de Manuel Bragado.
El reloj de sol de la colegiata le fue encargado, según los documentos que se conservan, a Juan Agustín Domínguez, “relojero de esta ciudad”, que se vio obligado a hacer complicados cálculos trigonométricos para que diese la hora.
Fachada lateral
El principal problema de su diseño fue que la fachada lateral que da a la calle Palma no está exactamente orientada hacia el sur, lo que habría facilitado la construcción del cuadrante solar. Por eso es un reloj “de cuadrante vertical declinante”. Lo que puede comprobarse en que los ángulos que marcan las horas son irregulares en su superficie (llamada limbo), o que la aguja -conocida también por gnomon o estilete- aparece ligeramente inclinada.
El relojero Domínguez tuvo que hacer muchas cuentas para diseñar su reloj, que hoy contemplamos al fondo de la calle Triunfo, visible desde la plaza de la Constitución. Tanto esfuerzo, sin embargo, se vio poco recompensado por los vigueses de antaño, que enseguida pidieron un nuevo reloj, en formato moderno. Un cuadrante solar luce muy bonito, pero no es práctico para, de un vistazo, girar la cebolla y poner en hora las manecillas.
23.520 reales en 1860
Así que, en 1860, el Ayuntamiento destinó una partida de 23.520 reales para la compra de un reloj mecánico, que daba las horas y los cuartos desde uno de los campanarios de la colegiata. Un siglo más tarde, en 1973, este aparato fue sustituido por uno eléctrico, que fue costeado por la desaparecida caja de ahorros.
Pero, en un lateral de la concatedral, continúa el viejo cuadrante solar del relojero Domínguez que, como los antiguos magos en sus zigurats, dominaba los astros y la trigonometría. Gracias a su trabajo, el Sol volvió marcar la hora de Vigo, como hace miles de años lo hacía para los antiguos ‘vigueses’ de los poblados castreños.
Otros artículos de Eduardo Rolland:
Vigo en 1830, en la pionera descripción de Sebastián Miñano
Aquella última nevada en Vigo de 1987
Azaña, enamorado de Vigo: “Es novísimo, rico y a todo lujo”
Vigo, en las imágenes aéreas del Vuelo Americano de 1946 y 1956
1946: Cabalgata de Reyes para niños ‘con carné de pobre’
250 años del nacimiento de Cachamuíña
Cuando tocó la Lotería de Navidad en la Casa de la Collona
La Navidad de la gripe del 18 en Vigo
La importancia de apellidarse Vigo
El río Oitavén, verdugo de un escándalo en TVE
Vigo, en la Lucha contra el Enemigo Mundial
50 años del Citroën GS, un éxito también vigués
Siete historias clave de la fortaleza del Castro
Los cinco buques de guerra «HMS Vigo»
“Si las mujeres saben coser, ¡bien pueden aprender a conducir!”
Cuando Nostradamus ‘profetizó’ la batalla de Rande
130 años de la calle Elduayen, la primera Travesía de Vigo
Pases pro bus: 40 años de una revolución en Vigo
La ‘Captura de Vigo’: la olvidada invasión británica
La Toma de Vigo vista desde Inglaterra
Verdades y mentiras del «Polycommander»