Esta es una de las huellas de los disparos cuando estalló la guerra en 1936. Los sublevados estaban dirigidos por el comandante Felipe Sánchez, pero el encargado directo de frenar al pueblo fue un capitán del ejército llamado Antonio Carreró Vergés, más conocido como capitán Carreró, que el 20 de julio acudió a la Porta do Sol al frente de un destacamento de soldados dispuesto a leer el bando de guerra.
Cuando llegaron los soldados el capitán le cedió el papel a un soldado para que lo leyera, pero un ciudadano apellidado Lence intentó arrebatárselo y lo ejecutaron inmediatamente. Se formó un enorme alboroto y los presentes intentaron quitarles las armas a los soldados, que recibieron la orden de abrir fuego a discreción. Los republicanos, por su parte, también hicieron uso de una ametralladora y el enfrentamiento se saldó con quince fallecidos y numerosos heridos.
Los disparos dejaron esas huellas que todavía se pueden observar en la pared del edificio donde actualmente está el Banco de Santander, en la fachada de la Rúa Policarpo Sanz, en las proximidades de la Porta do Sol. Anecdóticamente, una de las balas fue a impactar contra una de las figuras del artesonado de la farmacia que hace esquina con la Rúa Carral, la que separa el despacho de la farmacia de la zona que se conocía como rebotica, justo detrás del mostrador. Aquella bala quedó incrustada en la madera y allí está todavía.
Durante las décadas del franquismo —cuarenta años— la plaza tuvo el nombre de “Plaza del Capitán Carreró”, que también fue quien estuvo al frente del pelotón de fusilamiento del alcalde vigués Emilio Martínez Garrido (PSOE) el 27 de agosto de aquel fatídico año de 1936. Más tarde, con la llegada de la democracia, la plaza recuperó el nombre por el que siempre había sido conocida: Porta do Sol. En la pared del edificio del Banco de Santander aún pueden observarse varias huellas de aquellos disparos de la revuelta del 20 de julio de 1936 que luego fue extendiéndose por el resto de la ciudad, esas huellas constituyen el recuerdo de un enfrentamiento que nunca debiera volver a ocurrir.