Jornada de extraordinaria alegría en la ciudad. Se inauguran al fin, con gran pompa, las obras del ferrocarril Ourense-Vigo, tras cinco años de luchas, cabildeos y vacilaciones.
Al iniciarse el nuevo día, dando el reloj de la Colegiata las 12 de la noche, comienzan los festejos con una comparsa de gigantes y enanos, acompañados de gaitas. El tránsito por las calles era casi imposible y el vocerío, en torno a la iluminada Casa Consistorial, llegó a tal punto, “que no era posible entenderse, aun hablando bien alto”.
A las diez de la mañana se puso en marcha el cortejo oficial. Tras un escuadrón de batidores iban los gigantes y enanos, seguidos de una banda miliar. Inmediatamente, una carroza simbolizando la Milicia, a la que daban escoltar 13 esbeltos y elegantes jóvenes, vestidos a la romana; en la carroza, un grupo alegórico de niños y niñas, vestidos también con atributos militares.
Según la carroza de la Navegación, figurando un buque armado de goleta, al que flanqueaban ocho marineros y llevaba en su interior otro grupo de niños, presididos por Norbertito Velázquez, vestido de Neptuno. Iba a continuación el carro de la Agricultura, formado por dos cuerpos y tirado por majestuosos bueyes; le daban escolta ocho jóvenes vestidos de campesinos gallegos y portaba la liviana carga de otro grupo de niñas, ataviadas también a la usanza regional, con la niña Pepita Gil vestida de diosa Ceres.
Aparecía después la carroza de la Industria, que figuraba una fábrica de fundición, presidida por el joven Pastor Moreira, semivestido de dios Vulcano, al que escoltaban ocho muchachos con atuendo de obreros (mahón, bigote, camisa de rayadillo y gorra de visera, suponemos). Después, la carroza representativa de las Ciencias y las Artes, una de las más lucidas, pues la escoltaban doce jóvenes a pie vestidos de Orfeos, con liras doradas, y llevaba a nueve niñas representando las Musas, con sus atributos; a popa iba el niño Luisito Taboada, a quien ya el Olimpo empezaba a ser familiar, vestido de dios Apolo; a su espalda llevaba el sol y el libro de la inmortalidad. Sentado en aquel trono de gloria, nuestro gran humorista debió haber sentido la llamada mágica de la fama, la sonrisa inefable de las Musas.
Cerraba el desfile alegórico la carroza del Comercio, con ocho jóvenes en traje de varias naciones custodiando el vehículo, que figuraba una locomotora, con su alta chimenea de sombrero de copa y un vagón, en el que se adelantaban al vértigo ansiado seis niñas y el niño José Sanjurjo, vestido de Mercurio. Esta carroza gustó también muchísimo, como que era el prenuncio de aquel maravilloso ferrocarril, del cual se esperaban milagros.
Seguía después el solemne cortejo de los funcionarios públicos, recién almidonados, autoridades, banda, tropa y gentío. El recorrido de la comitiva fue desde la Plaza de la Constitución a la playa de Guixar, punto designado para la futura estación y dispuesto para la solemne ceremonia de inauguración de las obras. Larga y lenta procesión, bajo un sol abrasador, pero entre cánticos de los grupos alegóricos, marchas heroicas y estampido de la cohetería. En Guixar se había levantado una gran portalada con inscripciones y arcos de mirto, adornados de farolillos y gallardetes. Había también una tienda de campaña, para cobijar a los invitados de respeto y al fondo de ella un altar. El Obispo de Tui ofició la misa, después de la cual habló a la concurrencia. Hablaron también el Gobernador Civil y el concesionario Sr. Flores, quien entregó a aquél el zapapico, con que el Gobernador arrancó el primer terrón; el Gobernador militar de la Plaza echó tierra a la primera carretilla, que tenía en sus manos el Comandante de Marina. El Obispo bendijo a continuación las obras y , tras los discursos, leyó una poesía José M.ª Posada y Pereira, repartiéndose entre el público miles de ejemplares de ésta y otras composiciones alusivas al acto.
La comitiva regresó por el mismo orden, entre canciones y vítores de las juveniles comparsas. El Ayuntamiento ofreció a las autoridades un refresco. Bien lo merecían.
23 de xuño de 1863. Xosé María Álvarez Blázquez. «A Cidade e os Días. Calendario Histórico de Vigo» (Editorial Monterrey, 1960; Editorial Xerais, 2008).